Ojos cerrados y balbuceo. Una coreografía que muchos repiten por segunda vez hoy: la primera, al mirar con recelo la urna y demonizar a los políticos tras confiar la propia suerte a alguna sigla –o a ninguna, allá cada cuál– los próximos cuatro años; la segunda, al entregarse emocionalmente al hechizo de Los Hermanos Cubero, autores del cuarto mejor álbum para esta revista el pasado año, “Quique dibuja la tristeza” (El Segell, 18). Una participación, electoral y emocional, de récord, la de esta encapotada jornada de domingo.
No podía ser de otro modo con el material que maneja la pareja alcarreña. Las elecciones han sido excusa para que una cincuentena de personas se hayan acercado a escuchar in situ el devastador homenaje a Olga, mujer de Quique Cubero, fallecida prematuramente y protagonista absoluta de las melodías y versos del último disco de estos devotos de la música tradicional manchega.
El directo, tintado de azul, el que vestía Quique en un llamativo traje y que parecía reflejar el mar que se colaba por los amplios ventanales de La Donzella de la Costa (precioso local que acogía la actuación del Telefèric Fest de Badalona), se movió con comodidad entre la nostalgia y el gracejo.
“Para celebrar la fiesta de la democracia vamos a tocar un pasodoble”, comentaba Quique. “Igual deberíamos esperar porque no hay nada que celebrar”, decía su hermano. “Los domingos por las tardes suelen ser aburridos y deprimentes, esperad el repertorio”, ampliaba éste. Los tragos duros (“Tenerte a mi lado”) se entremezclan con píldoras más vivarachas (“Trabajando en la MCA”, su particular visión del clásico de Lynyrd Skynyrd), un crossover que gustó.
Entre el respetable también hubo cruce (de edad); los había jóvenes, de los que ayer vivieron la primera victoria electoral del PSOE, y otros pocos ya entraditos... De los que habían tenido opción de decantarse por Felipe González años ha.
Lo austero del local, ni siquiera luces de directo, poco más que los reflejos de guitarra y mandolina a los brillos, la pesadilla de cualquier fotógrafo, hicieron grande el juego folklórico los Cubero, perfectos a la voz y la interpretación y sobrados de comunicación (durante las canciones pero también en los interludios).
Ambos son juglares modernos: capaces de hacer olvidar el dolor en vida, lo pecaminoso del día a día, la voracidad de la política. Incluso la ñoña del domingo noche. Lo cuentan llano y bello, cualquiera forma parte de su concurso. Dicen los más críticos que de la democracia no se debería participar sólo cada cuatro años, lo mismo con los Cubero. Esto está en su mano, vayan a verlos cada finde.
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