Originalmente, el concierto de Los Enemigos en Zamora formaba parte del programa de las fiestas patronales de San Pedro, y debería haberse celebrado en la plaza mayor de la ciudad a finales de junio. Entonces la pandemia lo impidió pero, con buen criterio, el ayuntamiento reprogramó la actuación de los madrileños en el auditorio municipal Ruta de la Plata, con entradas a precio simbólico de un euro y cumpliendo estrictamente con todas las medidas de seguridad. Tocaba, por tanto y dentro de eso llamado nueva normalidad, ver desde el asiento el concierto de un grupo mítico dentro del rock estatal de los ochenta y los noventa, en una circunstancia obviamente extraña y que, a la postre, resultaría también determinante en el propio devenir del espectáculo. El combo liderado por Josele Santiago llegaba con su reciente ‘Bestieza’ (Satélite Producciones, 20) bajo el brazo, aunque en la práctica fuesen alternadas canciones del álbum con clásicos de toda su discografía.
Entre los temas recientes destacaron “Siete mil canciones”, “La ofensa” y “Vendaval”, encajando con naturalidad entre piezas clásicas del catálogo como “Septiembre”, “Desde el jergón”, “Me sobra carnaval” o esa “La cuenta atrás” que cerró el grueso de la actuación, antes de que una sorpresiva versión de Abba confirmase lo extraño de todo el asunto. Y es que, a pesar del comportamiento ejemplar del público, resulta chocante ver cualquier concierto en esas condiciones –mascarillas, distancia social, sillas–. Pero ya si hablamos de una banda de rock castizo, que a lo largo de toda su trayectoria ha amasado un buen número de himnos de esos para celebrar puño en alto, el asunto palidece aún más. Fueron las sensaciones transmitidas desde el escenario por un cuarteto aparentemente confundido y extrañamente comedido, en unas emociones también extensibles a unos aficionados (en su inmensa mayoría) de la vieja guardia.
Pero Los Enemigos son una banda rodadísima y profesional, capaz de ofrecer un buen concierto gracias a la mera inercia de estar sobre un escenario. Fue éste un concierto bien tocado, con momentos álgidos y al que poco puede cuestionársele a nivel técnico, aunque estuvo muy lejos de la mejor y, sobre todo, más intensa e implicada versión de Los Enemigos en directo. Por su parte, el público disfrutó desde sus asientos, muchos de los cuales además estaban vacíos –es triste y difícil de entender que quedase tanto aforo libre–. Fue, en cualquier caso, un concierto de rock puro y clásico, protagonizado por un grupo tan memorable como sin duda son Los Enemigos. Y, por lo tanto y atendiendo también a la sequía imperante en la música en directo, la velada fue disfrutada y agradecida. Así que sí, señor ministro de cultura, se pueden hacer conciertos de rock en este país. Y aunque resulte chocante, menos es nada.
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