La noche fue un fenómeno musical, sí, y Lorena lo bordó, pero también fue un fenómeno social. No estaba todo el mundo, pero un gran porcentaje de los que habitaban las butacas eran caras conocidas del espectáculo, los medios y aledaños. Moderneo y curiosidad animal, todos presenciando este acontecimiento del pop antes del pop en el que parece que se le ha dado una nueva oportunidad a la música española con fundamento y sin resquemor.
La asturiana se trajo al Lara a casi treinta personas para presentar “Anónimo” (Sones): bailarines que no cabían en el estrado y se apañaron en el pasillo del patio de butacas, el coro de Ladinamo y el Patio Maravillas apurruñados a un lado del escenario, un par de castañueleras, e incluso su prima Esther que, como nos dejó claro Lorena, “no canta con cualquier mamarracha y hubo que sobornarla para que se suba al escenario” a cantar “Pequeño saltamontes”.
La última triunfadora del Monkey Week lo tenía fácil, lo supiera de antemano o no. Desde la primera canción provocó una ovación tras otra, como la gran estrella que es ahora mismo, caminando sobre una cuerda floja, pero segura de que está a punto de llegar al otro lado para demostrar, aunque ella no lo quiera, que durante varias décadas nos hemos equivocado mirando más allá de nuestras fronteras para encontrar nuestros orígenes.
Esto es una mamarrachada. Qué mondo sonoro se haga eco de esto... es muy triste.