Fue en Donostia, en la sala Dabadaba (crónica aquí), un día de marzo de 2017 la primera vez que vi sobre el escenario a Refree. Por aquel entonces acompañaba a una jovencísima cantante catalana que acababa de estrenar su primer trabajo, una selección de canciones de la tradición flamenca adaptadas a un sonido actual. De sobra es conocido todo lo que ocurrió después —especialmente con ella— pero sobre todo lo poco que cambió la perspectiva profesional del propio Raül Fernández Miró, su acompañante en aquella velada. Cierto es que en lo personal tuvo que cerrar sus redes ante la avalancha de críticas provenientes de sectores muy concretos por haber osado “prostituir” el flamenco, pero más allá de eso, Raül continuó con su vida, su trabajo como músico y productor transformando sonidos de antaño. Al igual que ya había hecho con Sílvia Pérez Cruz o con la propia Rosalía, salió hace unos meses a buscar o a encontrarse con algo que le inspirase para asumir un nuevo reto. Ese algo lo encontró en la Casa del Fado de Lisboa bajo el nombre de Lina, cuya contribución se encargaría de tejer la mítica artista portuguesa Amália Rodrigues, también conocida como ‘la reina del fado’.
Y así es como surge el trabajo "Lina_Raül Refree”, que reúne doce composiciones de la mítica artista portuguesa cuyos protagonistas han adaptado a un directo intimista que se pudo disfrutar en esta 55ª edición de Jazzaldia. La escenografía, sobria y sin florituras, sirve como complemento indispensable y antagónico de unas melodías recargadas de sentimiento, incertidumbres y des/amores. Con “Medo”, que daría inicio a la actuación, la propia Lina adquiere un papel protagonista en la escena bajo un foco que alumbra cada una de sus sentencias, y que acaba siendo una de sus armas durante toda la actuación. Refree, por su parte, rezagado en un lado del escenario, hace brillar cada una de las composiciones con diferentes intensidades de graves, piano e incisivas estructuras. “Cuidei que tinha morrido”, una de las grandes y accesibles canciones del álbum, sirve como compendio de la propuesta artística que defienden con éxito. A los pocos minutos uno ya ha entrado en un nuevo universo.
Habrá quien todavía se pregunte si Refree es un impostor o un salvaje por deconstruir la tradición y adaptarla a un sonido alejado de su pureza —si es que algo completamente puro puede existir en la música— pero el resultado suena redondo e inspirador. Que es un poco de lo que se trata cuando uno paga una entrada para un directo así. La luminosidad de “Cuidei que tinha morrido” se queda a un lado para recibir dos composiciones de atmósfera asfixiante como “Destino” y “Os meus olhos são dois círios” en las que Refree sitúa una base melódica incisiva para que la voz de Lina sobresalga entre las notas como un enérgico puñal. Pero no todo se mueve en ambientes lúgubres en su directo y es que cuando Refree toma el piano en su versión más clásica en canciones como “Quando eu era pequenina”, y en especial “Gaivota”, la voz de Lina se desenvuelve con brillantez y liberación acompañada de la calidez de las teclas y la asfixia de escalonadas estructuras.
Esa majestuosidad también se revela en canciones como “Foi Deus” con pasajes repletos de sinceridad (“Sé que cantando siento lo mismo que cuando se tiene un disgusto, y el llanto en el rostro nos deja mejor”) y “Ave Maria Fadista”, que cierra la actuación con una trascendencia que es hilo conductor de un directo preciosista y envolvente.
Claro que se puede seguir invirtiendo el tiempo en pleno 2020 en debates sobre lo puro, lo virginal y/o tradicional; discutiendo sobre si Niño de Elche o el propio Refree le hacen un flaco favor a la tradición. Se lo hicieron al propio Morente, ¡no se lo van a hacer a ellos! Pero quizás esas incorruptibles ansias nos alejen de lo realmente importante: poder disfrutar de 75 minutos de un testimonio repleto de rejuvenecido folklore y cariñoso respeto por nuestro pasado.
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