De acuerdo que, en teoría, era el último concierto de la gira, pero el que suscribe no albergaba ninguna duda de lo que iba a pasar con las entradas. Hablo de la expectación que había generado su visita y del cómodo y bailongo sold-out que La Chica de Ayer lucía para ver el debut en la ciudad a L’Haine.
El de La Rioja llegaba con su primer disco bajo el brazo, “De la Forma que yo Quiero” (23), más maduro y ya con un cierto estilo propio, que certificaba las sensaciones dejadas por sus excelentes referencias anteriores: la mixtape “Autobús Noctambulo” (19) y el largo a medio camino “Patagonia” (21). Y no es casualidad hablar de la práctica personal para con un artista al que el Trap y el R&B tal vez empiezan a no resultar suficiente cabida, cuando se trata de acoger la colección de ideas que esgrime, y que parece haber podido ir materializando desde que se asentó en Madrid procedente de su Logroño natal.
Anunciado en todo el tour con Norman Bate$, cubriéndole en los controles y continuando con la labor de ambos en el disco, se marcó una comparecencia maciza en la que no presentó ni una sola canción porque, y este es el quid, no hacía ninguna falta. Desde que abrió con “Laberinto de Pasiones” (la base de este tema probablemente sea de las mejores de Bates) la parroquia se entregó sin falsedades cantando todos los temas y llevándole en volandas en un setlist homogéneo y sin altibajos en su corta duración.
Fue inspirador verle clavar “130 Freestyle” con el publico gritándolo, y un ejercicio de autoayuda recordar a Juicy BAE cuando empalmó “7 Vidas”. De ahí al final, tomen nota de los 58 minutos que estuvo arriba; fue una fiesta para todos, y no tenía sentido darle más vueltas. “Brangelina” (¡Ah! el gusto cinematográfico que atesora el hombre y que envuelve su obra es digno de mención), un “Looooong Lashes” mundial y una estupenda revisión de “Viridiana” tras la más que correcta ejecución de “Buena y Mala”.
Conquista con su fraseo pegajoso y etéreo, y con unas barras en “Habanera” aquello tocó el cielo, directas y sentidas que hacen pensar en el futuro (al artista es jovencísimo) con optimismo justificado. Una cosa es ser una estrella en reproducciones o visionados y otra, muy distinta, a la par que difícil, es subirse a un escenario a defender esas mismas canciones. La próxima vez que nos visite, la cola dará dos vueltas a la manzana. Ya lo verán.
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