Aún recuerdo cuando en 2014 el siempre a reivindicar Gente Joven (el descacharrante concurso impulsado por las buenas gentes del F.E.A. Festival, que espero que algún día vuelva) contó entre sus concursantes con dos chicas que por entonces se hacían llamar Las Entrecots. El jurado ahí presente, entre los cuales me encontraba, ya se quedó con sus caras a pesar de no ganar el certamen. Pero lo que nadie podía imaginar por entonces, incluso ellas mismas, es que menos de tres años después de aquello, rebautizadas como Las Bistecs, Alba Rihe y Carla Moreno serían capaces de llenar una Sala Apolo hasta los topes. Y, encima, reformulando en clave catalana esa Movida Madrileña de la que tanto se ha escrito, además de ese espíritu desvergonzado y DIY del electroclash (por mucho que ellas quieran distanciarse de este último término y definan sus canciones como electro-disgusting).
Lo que en un principio podía parecer una broma ha acabado convirtiéndose en una broma muy seria. Tras saberse proyectar la mar de bien en la jungla de lo viral (“HDA”, sin duda, marcó un antes y un después en sus propósitos); editar su álbum de debut, “Oferta”, y fichar por El Segell del Primavera, Las Bistecs ahora se enfrentan a una gira por España que anoche dio el pistoletazo de salida en su ciudad natal. Y sintiéndolo mucho por sus detractores, hay Bistecs para rato.
En ningún momento engañan a nadie. Nada más subirse al escenario, como si fueran unas Lola Flores postmodernas, se dirigieron al público para decir que ni saben cantar, ni saben bailar, ni tocar ningún instrumento (tras ellas tenían dos escuderos que iban lanzando las bases). Entonces, ¿a qué viene tanto revuelo? Pues básicamente en que “Oferta” cuenta con un arsenal de hits que ya quisieran para sí muchas de esas mamarrachas del pop que se creen con la potestad de sentar cátedra cada vez que abren la boca y, encima, son unas showoman de aúpa. Las Bistecs saben perfectamente cuál es su cometido: entretener y hacer que el público salte como si no hubiera un mañana mientras canta sus canciones. Y en eso, guste o no, nadie les hace sombra.
Durante una hora convirtieron la sala en una fiesta desfasadísima en la que tanto tiraban cigarros al respetable (“Humo”) como descorchaban cava (“Eurofiestón”). Con dos cambios de vestuario incluido, como buenas divas del proletariado que son, Alba y Carla intercalaban las canciones de su puesta de largo con anécdotas divertidísimas que hicieron que el concierto se pasara en un suspiro. Y eso, señoras y señores, es lo más importante del asunto. Se las tome en serio o no han devuelto el humor al pop electrónico. Y en estos tiempos que corren, más que nunca, son necesarias propuestas como esta capaces de hacer bailar a la gente con una sonrisa de oreja a oreja.
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