Lamb demuestran en concierto algo que en cierta medida ha ido disminuyendo en sus discos: lo virtuosos que son como banda. Con una puesta en escena en la que destaca la figura de Lou (descalza, bebiendo tè a mansalva y preocupada por su imagen más de lo debido), un contrabajo, un guitarrista, un baterista/percusionista y su compañero Andy Barlow -ocupado de toda la cacharrería electrónica y teclados-, logran anular todo signo que les emparente con la fama que se están ganando como hacedores de música sedosa para jingles o canciones para adultos. Aunque juzgando por la numerosa afluencia de público, está claro que Lamb siguen teniendo gancho para un público muy heterogéneo (del espiritual al materialista, por poner dos extremos). Cayeron muchos temas de sus últimos dos álbumes (presentaban “Between Darkness and Wonder”) y repescaron para la posteridad “Gorecky”, “Gold” o un “Bonfire” que sonó a gloria en directo. Los pude ver en el Glanstonbury del 97 y aunque sus discos cada vez suenen más aposentados, sus directos no han perdido una pizca de pasión e ingenuidad. Bravo por ellos.
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