La primera visita a España de Laibach fue reclamo mayoritario para neogóticos, aunque en la música del grupo esloveno haya más de sonidos industriales que de estética siniestra. Despacharon al principio su irónica relectura del “In The Army Now” de Status Quo y a los veinte minutos ya estaban a pecho descubierto con “Alle Gegen Alle”: voz gutural, economía de movimientos y totalitarismo musical que terminó de materializarse cuando las clónicas rubias que acompañan a la banda salieron al escenario para ejercer de go-go´s mecánicas y artificiales. Brazos arriba y abajo, de izquierda a derecha: un ejercicio aeróbico de corte germánico en el que, por supuesto, la música es lo de menos (lo suyo es entretenimiento). Los guitarrazos alternaban con programaciones de un techno tosco pero efectista, y a temas como “God Is God” y “Achtung” empezaron a sucederles las bizarras versiones de “Mama Leone” y, sobre todo, “Leben Heisst Leben” (el “Life Is Life” de Opus pasado por la piedra), el momento mainstream de un concierto que, después de hora y media, acabó con cinco minutos más de marcialidad cuando el grupo ya no estaba en el escenario. Y, bueno, lo cierto es que no había mucha diferencia
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