¡Vaya que sí está aquí! Y además es un futuro muy prometedor y viene desde Andalucía. Esta es la primera conclusión que podemos sacar, tras el concierto de la dupla malagueña formada por las bandas Laguna Goons – afincados en Getxo desde hace unos años- y La Trinidad, quienes ejercían de cabezas de cartel, como participantes en el proyecto GPS (Girando Por Salas).
La cita era en la sala pequeña de Santana 27, y los primeros en subirse a las tablas fueron Laguna Goons, quienes dieron un pase prácticamente privado para los poquitos y poquitas que nos encontrábamos a esas horas en el local. Y la verdad es que yo, particularmente, agradezco haber podido disfrutar de ello, porque me sirvió para descubrir a una banda maravillosa, totalmente desacomplejada, y con una actitud brutal para mezclar todo tipo de sonidos, dentro de esa querencia por la distorsión, el garage y los sonidos más sucios, que demostraron durante los aproximadamente tres cuartos de hora que duró el bolo. Un estilo particular que les acerca a bandas actuales como Viagra Boys, o Parquet Courts (referencias que le “robo” descaradamente a mi compañero Javier “Jerry” Corral de la entrevista que les hizo en 2021), y que los convierte en un grupo único en su especie por estos lares, comparables tan sólo en la actualidad a EzEzEz, otra de esa bandas encargadas de escribir el futuro inmediato del rock en Euskal Herria.
Siguiendo con lo que fue este primer bolo de la noche, los malagueños afincados en Getxo, repasaron sus trabajos anteriores, pero también dieron cuenta de los temas que compondrán su futuro trabajo y que saldrá esta misma semana: “Teachers”, entre los que, por destacar uno solo, nos quedaremos con “Falsa Dopamina”. Rabia juvenil, actitud, ruidismo garagero y buenas canciones… ¿qué más se puede pedir?
Con el buen sabor de boca que nos dejaron Laguna Goons, ya estábamos preparados para disfrutar del bolo de La Trinidad, a quienes, por cierto, teníamos muchas ganas de ver, especialmente porque nuestra compañera Amaia Santana nos había puesto los dientes muy largos, y nos advirtió de que nos arrepentiríamos si no los veíamos en directo. Y así fue, nos habríamos arrepentido mucho. Por suerte, tomamos la decisión correcta en una noche en que, como ya es habitual en los últimos tiempos, había eventos para dar y tomar en la capital bizkaina, y allí estuvimos, acompañando a La Trinidad que, por si fuera poco, habían estrenado su nuevo álbum, “Sheriff Playa” ese mismo día. Un trabajo en el que ha colaborado como productor y mentor de estos jóvenes músicos Carlangas, liberado de su actividad como líder de los extintos Novedades Carminha, pero atareado con la presentación de su debut en solitario.
Los temas nuevos se fueron posponiendo hasta la segunda parte de un concierto, en el que La Trinidad repasaron los temas de todos sus trabajos publicados hasta el momento, empezando por “Las vistas del barrio alto”, perteneciente a su EP “Qué asco de primavera”, publicado el pasado año, y en el que sacaban su vena más “ye ye”, con especial protagonismo de los teclados y los coros, un estilo cercano al pop 60´s que repetirían más adelante en otros temas que sonaron, como “Jorge enamorado”.
Los malagueños, sin embargo, no se quedaron ahí, y a lo largo de la hora larga que duró el recital, nos ofrecieron sus diferentes caras, desde el indie reivindicativo de “Del suelo a la boca”, hasta el punk rabioso de “Ay tus ojos”, “España invertebrada” (una de las mejores…al loro con esta letra), o “Los niños de la estación del zoo”, un tema aparentemente inofensivo en su forma, pero tremendamente afilado, y que les acerca a unos Parálisis Permanente actualizados.
El postpunk también se hacía evidente en temas como “Te espero en el Moldava”- perteneciente a su primer álbum “Los edificios que se derrumban”, de 2020- o “La joya”, incluida en su último disco, y donde vuelven a dar cuenta de su increíble capacidad para crear letras inapelables.
Con “6.30” daban inicio a un bloque en el que presentaron la mayoría de sus nuevas composiciones, demostrando su habilidad para seguir investigando con sonidos que se mueven entre el dub, y el reggae, mientras se siguen divirtiendo, jugando con los loops y los sintetizadores; a continuación, sonó la canción que da título al nuevo disco de La Trinidad, con ecos funkies y ochenteros, y donde pasan muchísimas cosas, incluida la explicación a la conexión entre los malagueños y la camiseta de Los Cramps que portaba su vocalista.
Pero esto no paraba, y enseguida volvían a volarnos la cabeza con “Aprende a gestionar tus fracasos con nosotros”, uno de los sencillos de presentación de este último trabajo, y tal y como comentaba Amaia, “la canción que España necesitaba”… otra vez que, sobrada de razón, es imposible llevarle la contraria. Intercalada entre las nuevas piezas, los malagueños metieron “La clase media”, quizá el mejor tema del concierto, y en el que desplegaron todo su catálogo de actitud punk desbordante, con el vocalista principal y guitarrista desatado, bajando del escenario, mientras seguía cantando, arrastrándose entre el público, al estilo de un Iggy Pop contemporáneo. Sucia (en el mejor de los sentidos) sonó esa joya dadaísta que lleva por título “Convertidos en estatuas”, orgía de sonidos electrónicos, que se mezclan con el punk, y que les acerca a otro de los baluartes del futuro de la música estatal, como son La Élite.
Final con aires funk, con “Que las palabras broten”- pura esencia “Novedades Carminha”, y donde más evidente se hace la mano de Carlangas-, y “Muchos principios y muy pocas ganas”, con influencia de los comics clásicos, y en la que despliegan todas sus habilidades musicales, con una jam session final para lucimiento de cada uno de sus miembros, justo antes de invitar a subirse al escenario al vocalista de Laguna Goons, para el final de fiesta apoteósico con “Las venas”.
Poco más creo que se puede añadir a lo que vivimos el pasado viernes, en un concierto del que salimos con la sensación de que hay futuro para la música de guitarras y para el rock estatal… una sensación a la que, últimamente, parece que, por suerte, nos vamos acostumbrando. Y es que, de nada sirve decir eso de “Toda la música que se hace ahora es una mierda”, y quedarse en casita despotricando contra todo lo que hacen los jóvenes. Tal vez es conveniente salir de ese mundo virtual de redes sociales y auto amargura, investigar un poquito, y ver que hay vida más allá de lo que intentan vendernos los medios masivos, y más allá también, de una industria sin sentido. Porque debajo de todo eso, existe un submundo donde encontramos a este tipo de bandas, (cada vez más) que, hartas de ver cómo no les dejan entrar en la fiesta, están dispuestas a montar la suya tirando las puertas abajo. Y lo harán, seguro.
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