Un lunes de febrero con mucho frío en Madrid y unas entradas tirando a caras, un sueco llena las tres plantas de Joy Eslava. Si no decimos más podríamos pensar que se trata de José González, pero no. Era Kristian Matsson, que se viste desde hace cuatro discos como The Tallest Man On Earth. Mucho antes del concierto, gente joven y guapa abarrotaba cada sofá de terciopelo y las tarimas. Esta es una sala con solera que, como en todas y cada una de las ocasiones, sonó de maravilla. Con un salto apareció Kris, sorprendido agradeció ver tanta ‘beautiful people’, y pusimos cara de emoticono feliz hasta que vimos la luz de salida.
En un formato que ahora no le deja solo contra el peligro, el sueco recordó en sus primeras ráfagas ("Wind And Walls", "1904", "Fields Of Our Home", "Slow Dance", "The Wild Hunt" o "Darkness Of The Dream") a ramalazos de Ryan Adams o Angus & Julia Stone. A veces con la banda más presente, otras con sus músicos como un golpe de pintura para aportar brillo. Pero Kris marca su diferencia solo, con quejidos llenos de matices, como un joven Woody Guthrie ‘next gen’ que se impone al pop más obvio. En ese manido terreno lleno de cadáveres y pusilánimes de listas acústicas de Spotify, se rebela y hace de la sencillez mérito, de lo simple virtud. Ahí se nos lleva de calle. Eso sí, aunque el cabrón es el cuñado perfecto, le sobran gestos para la galería que mira embobada, y le falta ese punto de sangre y mala hostia que marca distancias: en este mismo escenario hace no mucho Steve Earle actuó recordando a Townes, y le habría hecho llorar.
Pero la sencillez de Kristian no engaña a nadie, y ahí está la extraordinario. Por eso, el recorrido en solitario que unió "Love Is All", "I Won´t Be Found" y "The Gardener" fueron lo mejor del concierto, junto con "King Of Spain" (que conquistó a toda la península ibérica presente) y un fin con abrazo a la audiencia rasgando "The Dreamer" y "Like The Wheel".
Os puedo contar muchas mierdas sesudas, analizar cada punto de la interpretación, o deciros que nada tuvo una brillantez excesiva. Todo son pamplinas de plumilla resabido. Porque si obtienes esta comunión con tu público no hay más que hablar.
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