La Plaça Odissea, mirando al mar

El festival La Plaça Odissea es, sin duda, arranque oficial de las citas de verano. Aunque sin vocación de macrofestival, su cuidada selección y el hecho de que sea gratuito atrae cada año a más gente pendiente de cómo evoluciona, la actualidad musical menos masiva.

El jueves el festival presentaba como plato fuerte a Antonia Font. Los mallorquines acudían a la emblemática plaza del Maremagnum para mostrar en directo las canciones de su celebrado “Lamparetes” y con la intención de repasar sus hits. Y bien, lo de Joan Miquel Oliver y los suyos sobre un escenario sigue siendo su gran asignatura pendiente. El grupo aún es incapaz de reproducir el encanto y las maneras pop que gastan en disco. En directo siguen apostando por maneras rock algo caducas (“Astronauta rimador”) y un aire demasiado distendido, casi de fiesta de mayor, que no sienta nada bien a sus canciones. A pesar de todo, esa noche en Barcelona casi consiguen superar ese handicap con las celebradas “Mecanismes”, “Wa Yeah!”, “Coses modernes” o ese “Calgary 88” con el que cerraron el concierto.

El viernes el título de ‘más esperados’ fue para Manos de Topo. Los de Barcelona, con una propuesta que deja a pocos indiferentes, ganan adeptos con su directo. Y más en una situación como ésta en la que más de un despistado quedó rendido ante el personal universo de los rarunos del indie. La electricidad de las canciones de “Escapar del anticiclón…” hacen que su directo funcione en un escenario al aire libre con la suficiente fuerza como para atrapar a extraños ("Tus siete diferencias", "Animal de compañía"). Los chascarrillos de Miguel Ángel Blanca acaban de desdramatizar y acentuar la vis cómica de sus letras. Fue el concierto-despedida de Alejandro Marzoa, que deja la banda temporalmente para dedicarse a su nuevo "hijo" (un largometraje).

El sábado, día de indignados y soleado como pocos, la gente no dudó en acudir temprano hasta el Maremagnum para ver a las dos bandas españolas que abrían la cita. La primera, Pegasvs es el grupo en boca de todos, con forma y ganas ya de gran escenario hicieron que el azul mediterráneo bailara a ritmo de sintetizadores a todo volumen. Klaus & Kinski, sin embargo, decidieron resolver con una visión más folklórica y con cierto espíritu de fiesta mayor su segunda visita al festival, con un “Herreros y fatigas” que es toda una rara avis del pop español, a veces Jeanette, a veces Vainica Doble y a veces Saint Etienne pasados de vuelta. Y en su punto más alto sufren el relevo de los primeros extranjeros y con ellos las primeras nubes, cosa curiosa llamándose Cloud Nothings, y un intento de tormenta que, como el directo de los norteamericanos, se quedaría tan sólo en un susto. En una pesada, quizás demasiado pesada, manera de entender el noise pop mucho más cercana al hardcore que a lo que esperamos de ellos. Los que siguen empeñados en no cambiar son los Mäximo Park del hiperactivo Paul Smith, que sigue en su línea, rozando el histrionismo y una manera particular de practicar su rock espasmódico. Suerte que a última hora el público inglés era casi mayoría, y los de Newcastle pudieron venirse arriba presentando, como en casa, su nuevo “The National Health”. Cierre de un La Plaça Odissea que dejó mejor regusto nacional pero que nos deja esperando con ganas próximas ediciones.