No vivimos en medio de las grises praderas de Kansas, como la prota de “El maravilloso Mago de Oz”, pero agosto llegaba a su fin y, aunque no íbamos a dejar (ni dejaremos) que el verano hiciera (haga) las maletas bajo ningún concepto, unos nubarrones oscuros amenazaban en el horizonte como fichas de dominó, cayendo y acercándose una tras otra… Todo presagiaba que esa irracional sombra cobarde de prohibir espectáculos culturales, aún cumpliendo escrupulosamente todas las medidas de seguridad, nos podía engullir muy pronto, como ese ciclón que transportó a Dorothy y Totó a La Tierra de Oz. Así que, haciendo oídos sordos de vendehumos, pero con mucho respeto, mascarilla y gel hidroalcohólico en mano, decidimos adelantarnos y recorrer las baldosas amarillas que nos conducían al Nocturama de Sevilla, nuestra mágica Ciudad Esmeralda particular, y pedirle a la magia de la música en vivo no volver a casa, más ese corazón, inteligencia y valentía tan tristemente ausentes en la gran mayoría de nuestros gobernantes y clase política.
Los Jardines del Casino de la Exposición nos dan la bienvenida en una terraza que, coronada con el majestuoso Teatro Lope de Vega al fondo, se antoja oasis cercano al paraíso en esta nueva normalidad, con camuflado toque de queda incluido (antes de la 1 todos fuera y coche de policía avisando por megafonía en la calle).
June’s Kaleidoscope es la encargada de encender la mecha, a base de neo folk preciosista e intimista de calidad que, transmitiendo calidez y verdad en cada interpretación, quizás queda como una propuesta demasiado nostálgica para correr el telón. La aparición a lo Ziggy Stardust de Quentin Gas, en un dueto extraterrestre, le añade un extra de riesgo y pellizco al arranque del festival.
Un trozo de luna toma posiciones en el puzzle de la noche y, con el público expectante ocupando a la distancia acordada cada una de las sillas (entradas agotadas), Chencho Fernández pisa las tablas y despliega durante poco más de una hora su brillante y embriagadora oscuridad. Flanqueado por unos omnipresentes All La Glory, que estiran lluvia de perseidas en cada nota, y con uno de los mejores discos del año aún palpitante bajo el brazo, Baladas de plata, Chencho sale a por todas y dispara los versos de su cancionero a quemarropa, con ese magnetismo y rock and roll actitud inimitable que le corre por la venas.
“Se requieren nuevos actores para una vieja farsa” y damos un paso al frente sin parpadear, con una “Si alguna vez mueres joven” en la que ya nos baña la luz y nos sentimos salvados de todo eclipse que esté por venir, seguida de ese dulce veneno, sin antídoto posible, en “Este matrimonio no casa”. Un hit tras otro en el corazón, arañando y recorriendo las huellas de relaciones fallidas o con imperceptible fecha de caducidad, esa que termina flotando boca abajo en la belleza última de Como se odian los amantes. Pero sí, hay esperanza y es Una buena noche para ahogarse una vez más en esos dos grandes ojos que nos acompañan en el asiento contiguo, mientras Chencho desaparece unos instantes de los focos y All La Glory se funde bajo fuegos artificiales sobre el escenario.
“Aunque exista la nada, sigue sangrando la herida” y el baile entrelazado continua con Mi pequeña muerte en ti, para pasar a zarandearnos con el rock cabaretero de En boga, Lou Reed in the air y Chencho fraseando a tumba abierta, con el saxo de María Bernal escupiendo fuego y la banda cabalgando como si no hubiera mañana.
Las manecillas del reloj corren demasiado rápido y cogemos aire en Tiempo record, tema que aparece en el último trabajo de All La Glory, Disco fantasma(19) y que tiene a Chencho como coautor. Y casi sin que nos demos cuenta, “comienza la danza de la despedida” con la magistral Noche americana, masterpiece indiscutible a la que nos agarramos con uñas y dientes para no dejarla escapar... Pero no, vemos el truco tras la magia y repican las campanas y lo asimilamos, cantando a viva voz, que “todos se han ido ya y tú también te has marchado”.
La guinda la ponen con una interpretación de esas que no se olvidan, un mano a mano con Pilar Angulo en “La Estación del Prado”. Pura emoción relampagueante que eriza hasta las plantas del genial cartel que preside uno de los laterales del patio de butacas, realizado este año por el artista sevillano Antonio Barahona. Pues eso, “si el mundo estalla, ahora nos da igual... Pero ya nada será igual, porque hoy te he vuelto a ver”.
Necesitamos una cerveza y nos llega con olor a azufre, serpenteando a ritmo de blues pantanoso, boogie, psicodelia western y exorcismo entre olivos con Guadalupe Plata. Aún se nos hace raro no ver en el escenario a Paco Luis Martos y su irremplazable bajo/barreño de zinc, pero la vida sigue y Pedro de Dios y Carlos Jimena no tardan en acercarse y alejarse Como una serpiente, dejando sus colmillos marcados en la noche y en todo cuello que encuentran a su paso. Perico parece coleccionar almas de bluesmen malditos y cada vez exprime con mayor maestría y crudeza su guitarra, mientras Carlos Jimena desentierra cementerios indios a cada elegante y contundente golpe de baqueta. Ritmos hipnóticos que hierven la sangre en No te vayas y terminan de teñir la velada de un rojo oscuro, casi negro, en 500 mujeres. Se suman al hechizo y baile de huesos la guitarra de Sebastián Orellana, compadre de correrías musicales en La Big Rabia, sacándole punta a Serpiente negra y Calle 24. La madrugada está herida de muerte y la pólvora sigue corriendo entre balaceras de plata que no cesan. La botella de anís marca el rumbo y el fuego nos alcanza de pleno en Corralera del veneno, seguida del tributo fantasmagórico a Violeta Parra en Qué he sacado con quererte y una Lo mataron en la que se forma una conga de esqueletos en nuestra mente, sumándonos a ella y llevándonos al final de una primera jornada sobresaliente.
Si el jueves en Ciudad Esmeralda el mago del Nocturama fue Chencho, regalándonos el corazón ausente en todo hombre de hojalata, el viernes rezumaría valentía a raudales en una velada en la que reinaron en su totalidad las mujeres.
Puesta de largo de Adiós Amores, encandilando con sus singles adictivos y una frescura que baja y sube la temperatura por momentos. Charlotte llega como una brisa en la que se contonean hasta los árboles del Jardín del Casino de la Exposición, con Jeanette y Françoise Hardy de la mano, más cierto regusto a Vainica Doble, rematando su puesta de largo con el pop azucarado y bailongo de una “Fuente” en la que despegan y dejan su rastro multicolor en el atardecer.
Tras la lluvia de confeti y melodías pegadizas del jovencísimo dúo sevillano, llega el rugido valiente de María Pelae, faraona malagueña que se presenta con un triple mortal, sorprendiendo con ese de por sí rara avis de su admirada Lola Flores, un “Como me las maravillaría yo, con Rosalía y Residente chocando en la sombra como trenes de mercancías, fundiéndose en cada fraseo cañí de Lady Day Pelae.
No hay lugar para miedos infundados en esta nueva normalidad ni en ninguna otra, pero por si acaso, María taconea con fuerza y hace añicos los fantasmas del pasado presente con Doloría, rompiendo jaulas y dejando que pájaros libres vuelen tan alto como su voz. Para “Maruja, Dolores y Manuela, provincia cualquiera. Reina, señora, mujer y abuela”. Luchadoras que tuvieron que nadar a contracorriente con las manos dolorías, valentía desbordante que aún ilumina, pese a todo y todos... No hay tiempo para lamentarse, “la noche aprieta” y María es un tornado que respira y baila al compás, llevándonos por delante en cada zarpazo, ya sea con la salsa flamenca de Prometo o con perreos jondos y luneros, en una En casa de herrero en la que bailan hasta las sillas que nos sujetan a duras penas. De ritmos urbanos, a cumbias imposibles o esa flamencura con bata de cola que sabe a sangre en la acústica Tablas, con la Tía Anica, Pastora, la Paquera, la Perla y tantas otras clavadas en el corazón. Agradecimiento sentío a las penurias que pasaron todas las grandes que allanaron el camino. Imposible sacarnos de la cabeza esa letrilla eterna que le dedicó el gran Enrique Morente a las dos hermanas cantaoras con mayúsculas de Utrera, con un feeling funky extra que le inyecta María al terminar: “Las mimbres del río iban con Bernarda, / la Alhambra lloraba cantando Fernanda”.
Magnética y arrebatadora en cada gesto y contoneo, con una seguridad y poderío que abruma por momentos. Si se achucha, entra, Nocturama se tambalea “y si nos morimos, que no sea de la pena”. Pero, “¿qué le pasa a la niña?” Que está en la gloría, como Sevilla esta noche con María Pelae, que sale a hombros y con trono por estrenar.
Le Parody nos invita al último baile, trepando en su enredadera de electrónica jonda con una actitud encomiable, vaciándose en el escenario hasta el final de los finales, a pesar de los claros que se han formado entre el público tras el terremoto Pelae anterior.
“La puerta de tu casa está cerrada, /yo estoy adentro sentada y no me muevo. /La puerta de tu casa está cerrada, / yo sé por dónde se sale pero no me muevo. / La puerta de tu casa está cerrada, / yo sé por dónde se va pero no me muevo...”. Subidón interestelar y la luna se va de rave con el sol hasta próximo aviso. De la rompedora La puerta (que Califato ¾ están tocando a pocos kilómetros en casi ese mismo instante), a la La fuente o la crepuscular Europa. Sole vuelve a demostrar por qué Porvenir (19) es uno de los mejores discos del pasado año y por qué no hay que perder a Le Parody de vista ni un solo instante.
Última jornada y Nocturama subraya, por tercer día consecutivo, que la cultura segura es posible y totalmente necesaria para alimentar almas y mentes libres, de más de un espantapájaros con cabeza hueca y corbata incluido. Llegamos a los jardines del Lope de Vega y los cantos de sirena de Ana Chufa y la sempiterna guitarra de Juano Azagra, nos regalan una vida extra que degustamos con calma, en una actuación que transmite una sensibilidad y paz que nos borra el cansancio acumulado en un parpadeo.
Llegó la hora de que la luna se viera eclipsada por la peineta y gafas de sol más icónicas de la música popular. Martirio sale a escena de un verde esmeralda (como esta ciudad mágica y este jardín del Nocturama que nos recibe siempre con los brazos abiertos, último refugio de la música en este verano incierto), un verde que te quiero verde vaporoso, que baila al son del viento bajo sus alas, un verde que lleva un campo de girasoles incorporado y el aroma de mil flores en una voz que, si no estuviste presente en esta inolvidable y mágica tercera noche de festival, ojalá alguna vez y muy pronto, su cante te arañe el pecho como a nosotros.
Le acompaña su hijo Raúl Rodríguez, pura fantasía a las seis cuerdas, y comienza enamorada y enamorándonos en pocos segundos, con un Júrame en el que el aire que respiramos se hace cariño interminable en su boca, descongelando corazones y humedeciendo hasta los ojos más secos y resistentes. Sensibilidad infinita en cada susurro, en cada quejío... ¡y como late y brilla esa guitarra! De un mundo raro (13) venimos y ahí no quedamos con “Cantes por Chavela” que lo tornan tierra soñada, al son de Luz de luna, batiendo los brazos como un ave del paraíso resplandeciente en un “Andariego” que hace suyo para siempre, o recorriendo esas Ciudades de José Alfredo que, con sabor a mezcal y tequila de la Vargas, más ese regusto de blues callejero que le impregna con clase y finura sobrehumana Raúl al toque, nos hacen un nudo en la garganta que tarda varias canciones en aflojarse.
Cambian de registro y nos pasan por encima al son coplero de una Quisiera amarte menos que es carne y milagro, arte por los cuatro costaos que no cesa. Sigue desbordándose y dejándonos sin aliento en un éxtasis continuo que va de la Drume negrita de su último trabajo y homenaje A Bola de Nieve (19) junto a Chano Domínguez, acunando hasta a la última estrella, a dos coplas más que le corren por la sangre, No te mires en el río de la Piqué y el Torre de Arena de Marifé, de nuevo con aroma a blues, sin perder flamencura, a las seis cuerdas de un Raúl que también, siguiendo a su madre, rompe un techo tras otro. Antes, con esa gracia natural que tiene, nos cuenta Martirio que es muy complicado encontrar a esa persona que encaje con nosotros y nosotros con ella… Como decía un amigo: “Hay que ver, cuando me gusta la cabeza, no me gusta el cuerpo, cuando me gusta el cuerpo, no me gusta la cabeza, y cuando me gusta el cuerpo y la cabeza, no le gusto yo”. Pero bueno, si no puede ser, no pasa nada, que “en diagonal se duerme muy bien”. Para terminar de dejarnos tocados con una Alma mía en la que apretamos la mano que tenemos más cerca y dejamos que, rendidos hace tiempo, las lágrimas sigan su feliz curso.
Se mete en la piel de Bambino con Soy lo prohibido, y antes de una espléndida Noche de bodas y la siempre desternillante Compuesta y sin novio, le sale del alma un: “Hay que ver que buena temperatura… Con el calor que he pasao estos días…”. Genia y figura. Nos rematan con una Volver en la que la noche no aguanta más y revienta de belleza. Se despiden por sevillanas, “las del confinamiento”, unas Sevillanas del bloque en las que Nocturama es feria de abril y disfrute sin barreras, dibujándose una amplia sonrisa colectiva en el ambiente que no hay virus que la borre.
Jose Domingo y su banda, cabalgando a lomos de su electrizante psicodelia fronteriza, son los encargados de cerrar esta maravillosa 16 edición de un Nocturama que ha cumplido con creces, en una organización y programación que ha rozado la perfección, esos tres deseos que pedimos y buscaban los compañeros de viaje de Dorothy (y toda persona) en Oz (y en cualquier otra parte): Corazón, inteligencia y valentía. ¡Chapó! y gracias mil.
Aún resuenan los ecos de la ovación a Martirio y Raúl, y Jose Domingo dice que es un honor tocar y cerrar Nocturama en el mismo escenario: “Que maravilla y belleza de mujer”. Orbitamos eternamente en Lunar, vibramos en Hubiera sido lo normal y Dime que sí, y hacemos un imposible por aguantar sentados en hits como Un segundo más así y clásicos que son oro puro como Palidez o una Piedras en los bolsillos en la que Jose Domingo se baja del escenario, maracas en mano, y serpentea (respetando las distancias) entre el público. Nos anuncian que pronto habrá nuevo disco y ya contamos los días.
Toca volver a casa, único deseo que Nocturama no nos cumple... Si por nosotros fuera, nos quedaríamos en estos jardines y en este ambiente lo que queda de verano ¡y enlazaríamos con el siguiente!
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