La Habitación Roja pertenece a esa camada de bandas que, en su momento y seguramente sin ser conscientes de ello, fueron determinantes para definir aquella escena indie estatal surgida en la década de los noventa. Uno de los pocos grupos de la época que han logrado sobrevivir a la mentada explosión, de hecho, manteniendo una carrera ininterrumpida (y con la formación original formada por Jorge Martí, Pau Roca, Marc Greenwood y José Marco) que suma ya casi tres décadas de duración. De hecho, el cuarteto acaba de publicar su nuevo álbum “Crear” (Intromúsica, 24), siendo la fecha del Teatro Principal de Zamora la segunda parada de una gira (tras la del día anterior en Valladolid) con la que los valencianos defenderán las canciones de la referencia por salas de todo el país.
Los nuevos temas echaban así a rodar sobre el escenario, con el apoyo de un quinto miembro a los teclados o tercera guitarra según necesidad, y en una selección que lució francamente bien al amparo del siempre acogedor teatro de la ciudad. Fue el caso de “Las olas”, “El duelo”, “Crear siempre es mejor que destruir”, “La vida fluyendo” o “Como la primera vez”. Suele suceder (y la velada de la pasada noche del sábado no fue una excepción) que los temas recientes son recibidos con mayor tibieza que los clásicos del grupo en cuestión. Y, sin embargo, las canciones incluidas en “Crear” asumen tal poso en cuanto a lírica e interpretación que el Teatro Principal fue el marco idóneo para disfrutar con el detalle orgánico de cada pieza, en una perspectiva diametralmente alejada del hedonismo inherente al festival de turno.
Una sucesión de composiciones que fue haciendo surco, apoyada en el salteo de clásicos infalibles del tipo de “Un día perfecto”, “Cuando te hablen de mí”, “El eje del mal”, “Voy a hacerte recordar”, “Indestructibles”, “Mi habitación” o una “Ayer” que finalizó con Jorge Martí en el medio del teatro y (ahora sí), rodeado de un público en éxtasis. Siempre es un placer reencontrarse (por enésima vez) con una banda como La Habitación Roja, en caminos cruzados una y mil veces (y desde sus mismos comienzos) a lo largo del generoso trazado que acumulan. Todo con la intención de revivir la magia de ese conjunto de canciones bañadas por melodías cristalinas y bonita melancolía. Las mismas que, cuando saltan a escena, generan sensaciones positivistas y propician un buen sabor de boca específico que resulta extensible a cualquiera de sus conciertos.
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