Otro año de triunfo y celebración del festival Womad en la ciudad de Cáceres. Y este año era especial porque se cumplía la 30ª edición. Fueron cuatro días donde la música, las artes y la danza tomaron la ciudad para disfrute de los cacereños, de los visitantes y de todo amante de las músicas del mundo.
Ya lo hemos dicho en más de una ocasión, este festival no tiene nada que ver con otros macro-festivales que podamos imaginar. Se trata de un festival gratuito, urbano, intergeneracional y donde se cuidan al extremo todos los detalles. Es cierto que a veces, sobre todo entre los más melómanos, hemos oído el debate sobre los artistas que presentan y sobre la cuestión de “cabezas de cartel”. Quizás ese sea un tema importante para otros festivales, pero entiendo que en este, eso no forma parte de su filosofía. Venir al Womad para dejarse sorprender es la mejor manera de disfrutarlo.
Es normal y lógico que haya artistas de renombre conocidos por el gran público. Pero también que hay otros muchos que no. Al final el resultado casi siempre es el mismo: el público queda encantado al descubrir esas nuevas propuestas que, además, llegan de diferentes países. Basta mezclarse entre la gente para confirmar esa sensación de sorpresa y satisfacción. Y ese es su gran logro. Pudimos comprobar esa emoción ante artistas de los Altos del Golán, o de Guadalupe, o de Perú y, por qué no, también de España. Al menos eso nos pasó a nosotros.
Jueves 11 de mayo
Pero centrándonos en lo musical, la celebración de esta 30ª edición comenzó el jueves y no pudo empezar mejor, porque el gran escenario situado en la Plaza Mayor de su casco antiguo, acogió la actuación de la principal representante de la música afroperuana, Susana Baca. Esta defensora de la africanidad, de la negritud y de la justicia social, está cerca de cumplir 80 años, pero como ella misma dice: “el escenario me rejuvenece”. Y no solo eso. Hace bien poco se sometió a una operación que le tuvo en el hospital unos días, así que no ha tenido mejor recuperación que comenzar una gira europea que le ha traído a este ilustre festival. Acompañada de un sexteto, donde predominaba la percusión y las guitarras acústicas, Baca desgranó un repertorio en el que destacaron los temas de su disco “Palabras Urgentes”. Con una apariencia frágil, pero elegante, una voz dulce, apasionada y emotiva y siempre con una sonrisa en la cara, fue conquistando al numeroso público que se congregó aún siendo jueves. Esa presencia magnética en el escenario, la hacía flotar entre sus músicos, pero eso no le impidió lanzar mensajes contra cualquier injusticia social. Así en esa versión que hace del emblemático tango irónico “Cambalache” cambió su letra diciendo: “que el mundo fue y será una porquería ya lo sé…cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón…mezcla’o con Fujimori, Van Don Bosco, y la Le Pen, Maduro y Putin”. Además añadió al final de la canción unas frases que ella misma cantaba en “Latinoamérica” de Calle 13: “Aquí se respira lucha …no puedes comprar mi vida”. También en la bailable, pero cruda, “Sorongo”, donde denuncia: “del África llegó mi abuela, la trajeron los españoles, la marcaron con candela, la carimba fue su cruz. ¿Qué es lo que el negro tiene de blanco, qué es lo que el blanco tiene de Congo?”. Su actuación dejó un jueves para la memoria de este festival que tuvo el sorprendente detalle de dejarle hacer un bis con las coloristas “Afro-blue” y “Pájaro lindo de la madrugada”.
Antes de la actuación de la ex ministra de cultura, el abundante público tuvo la oportunidad de bailar con los neerlandeses YīN YīN. Su mezcla de thai funk, rock psicodélico y música disco, tuvo muy buena acogida. Temas como “One Inch Punch” o “Thom Kï Kï” nos llevaron de vacaciones a Tailandia. Otro como “The Rabbit That Hunts Tigers”, mucho más alargado y acelerado que en su disco, hizo que se desmadraran hasta ellos, porque acabaron guitarra y bajo por los suelos. Cerraron con su “Dis kô Dis kô” y solo les faltó una bola de espejos gigante para sumergirnos aún más en su pista de baile.
Pero quien inauguró el festival ese día fue Sanke. Proyecto de Aboubacar Sylla de Guinea Conakry junto a músicos extremeños. Aboubacar llegó a España en 2001 y desde entonces ha estado relacionado con la música en diferentes proyectos. Se notó que Sanke no es producto de un día, sobre todo por su soltura en el escenario y la complicidad con su banda. Melodías africanas impregnadas de jazz, funk, reggae e incluso flamenco. Esa es la riqueza de la fusión de músicas. Sus temas potentes rítmicamente, y también los melódicos, permitían el lucimiento con la kora, mientras lanzaba mensajes positivos de esperanza y también de compromiso social.
Viernes 12 de mayo
El viernes de nuevo la apertura musical correspondía a los grupos extremeños. Primero fue Jorge Navarro & La Revolución Sonríe. Pero hay que decir que aunque Jorge nació en Madrid, vive en Badajoz. En una rueda de prensa previa pudimos comprobar que es un tipo que de cerca transmite confianza y digámoslo, buen rollo. Él mismo confirmaba que cree en la revolución de las sonrisas y de ahí el nombre de su banda. Sabemos que las etiquetas son para arrancarlas, pero diríamos que lo suyo es folk-rock de autor con mucho cuidado en las letras. Musicalmente lo podemos situar entre Quique González y Leiva, sin embargo en alguna canción la incorporación del banjo le dio un aire más country.
Tras ellos Tandemonios, dos raperos que llevan años picando piedra, con conciencia de clase y contra el sistema. Son muy conscientes de lo que cuesta hacerse eco desde Extremadura, pero ahí están, disfrutando del camino. Orgullosos de su tierra y admiradores del festival desde pequeños, aprovecharon su media hora de actuación para exponer su potencial. Invitaron a buenos amigos raperos y hasta ampliaron las bases rítmicas con una guitarra, todo con una energía desbordante, tanto en sus barras como físicamente. Sin ánimos comparativos nos recordaron a Ajax y Prok y eso es bueno.
Tras esa exhibición de “fuerza” escénica, llegó la fragilidad contenida de la canaria Valeria Castro. Su inicio con la canción “dentro” fue una confesión para lo que luego vendría: “que lo que canto no tiene más que lo que llevo dentro, que es todo lo que siento”. Después sonaron “poquito” y “la raíz” destapando esa delicadeza con la que canta, pero que es capaz de mover montañas de sentimientos. O la conmovedora “culpa” que a pesar de llevar un cuarteto apoyándola, era su voz llena de verdad la que inundaba ese gran escenario de la Plaza Mayor de Cáceres. También cantó, acompañando ella misma con un tambor, “Todo Cambia” que popularizara Mercedes Sosa, y que consiguió que toda la Plaza coreara. Acabó con su emblemática “guerrera” y cerró el circulo volviendo a cantar “dentro”. Valeria fue muy valiente al presentarse con ese repertorio tan íntimo ante una gran Plaza Mayor, pero si el día anterior Susana Baca lo llenó con su presencia, Valeria Castro hizo lo propio, y quién sabe dónde llegara.
Cambio radical para ver a Delgres. Repetían actuación después de cuatro años y volvieron a triunfar. Esta vez fueron los encargados de estrenar el incomparable escenario de la Plaza San Jorge. Ante la magnitud y afluencia del escenario de la Plaza Mayor (limitado a 27000 personas), éste otro situado entre las callejuelas del casco antiguo, es un espacio más reducido (sobre 2000), pero tiene la ventaja de que quien acude allí, es porque se siente atraído por la propuesta que se presenta. Pero volviendo a Delgres, su creador, el guitarrista Pascal Danaë descubrió que sus orígenes conectaban Guadalupe y Louisiana, así que formó este power trío con la particularidad de que el bajo se sustituye con una tuba. Según nos confirmaba el sonido de la tuba es muy apropiado para el funk y el blues. Así que ese blues criollo emparentado con el de Chicago y el del Delta, en directo es totalmente impactante. Tocó, cómo no, “Mo Jody”, dedicado a Louis Delgrès, oficial mulato del ejército francés que luchó contra la esclavitud en la Isla de Guadalupe y que dio nombre al grupo. También esos blues acelerados como la recriminadora “Mr President” o la vibrante “Lanme La”, que a pesar de sus letras conscientes, llaman a la diversión y al movimiento corporal. Algo que el público entendió a la perfección.
Bab L’Bluz
Otro tipo de blues, pero también de gran intensidad el de la banda marroquí-francesa Bab L’Bluz (puerta al blues). Con tan solo un disco, “Nayda!”, han conquistado los escenarios de todo el mundo. Quizás porque sus directos son cada vez mejores, más contundentes musicalmente y por su gran complicidad con el público. Al frente la poderosa cantante Yousra Mansour tocando el gumbri (laúd de tres cuerdas) y le acompañan batería, percusiones y gumbri bajo. Su mezcla de música tradicional gnawa y hassani con funk, rock y blues funciona a la perfección. Temas largos de intenso ritmo que van poco a poco in crescendo para explotar al final. “Queremos abrir la puerta al blues, pero también las puertas de la mente”, dijeron y dedicaron sus canciones a todas esas mujeres que luchan por sus derechos en cualquier país del mundo. Cerraron con “Gnawa Beat”, que con su potente ritmo y esos bucles vocales repetitivos los llevó, a ellos y también al público, casi al trance. En un momento de éxtasis Yousra llegó a tocar su gumbri con un arco (parecido al del violín) a lo Jimmy Page. Para muchos fueron de lo mejor del festival.
La celebración siguió con TootArd, que también fueron una agradable sorpresa. Diríamos que su idea musical es similar a la del dúo de dj’s francés Acid Arab. En este caso, los dos hermanos Nakhleh, con origen en la meseta de los Altos del Golán (actualmente la mayoría del territorio está ocupado militarmente por Israel), hicieron una sesión magistral repleta de la música que podría sonar en las pistas de baile de Oriente Medio en los 80’. Se les notaba la influencia del sirio Omar Souleyman en sus temas, pero en directo y tras una mesa de dj, cantan y aportan teclados a esas bases rítmica infalibles que disparan. Ideales para la carpa dance de cualquier festival. La imagen de una Plaza San Jorge repleta hasta los topes y bailando a su ritmo, seguro que se les quedó grabada en la retina. Pero quienes cerraron esa noche fueron los benditos locos sudafricanos de BCUC. Empezaron con un tema delirante y explosivo, que creó un alboroto tremendo entre el público. A los diez minutos lo acabaron simplemente diciendo que eso era el “soundcheck” y que ahora ¡¡¡empezaba su actuación!!!. Las canciones de este colectivo de Soweto están inspiradas en los rituales tribales que vivieron los antepasados de cada uno de sus componentes y los muestran de la manera más cruda posible. Con apenas percusión, coros, un bajo omnipresente que marca el desbocado ritmo y una especie de “brujo” que canta o mejor dicho chilla las letanías de cada tema. Todo ello con una energía frenética y hasta amenazante. A pesar de que todo el mundo se puso a bailar desde el minuto uno, era imposible alcanzar la intensa velocidad de su cantante-chamán. Una hora completa casi non stop de puro afro-punk que cerraron con “Yinde”, quizás su tema más tranquilo. Mejor, porque el público hubiera acabado con una aceleración difícil de contener.
Sábado 13 de mayo
De nuevo el sábado otro grupo de Extremadura se encargó de inaugurar el escenario de la Plaza Mayor. En este caso fueron Groovy Celtic Band. Sexteto que cuenta con músicos de El Pelujáncano y de Los Niños de los Ojos Rojos. Curtidos en mil “sessions” en plazas, festivales y sobre todo en las tabernas de la ciudad de Cáceres. Afirmaron cumplir un sueño al cambiar de esos escenarios callejeros al grande de la Plaza Mayor. Pero de la misma forma, sus tonadas evidentemente de aires celtas y festivas, consiguieron que el gran número de público que ya había a esa primera hora, se pusiera a bailar a pesar del sol. Por fin ya tienen disco y presentaron algunas de esas canciones que son composiciones propias. Disfrutaron he hicieron disfrutar, pero la media hora que tuvieron no fue suficiente, ya que su pasión por la música es tal, que los volvimos a ver tocando en una plaza cercana. Afirmaron que habían crecido con el Womad, el festival de sus vidas, pero en realidad, la música es su vida.
La siguiente representación extremeña fue Cecilia Zango, otra muestra de la diversidad musical que atesora este festival. Para ella también fue un sueño cumplido el actuar en el Womad. Presentaba su nuevo show, “Exótica”, donde la danza y la música urbana toman protagonismo. No obstante en su música se intuye inspiración árabe y flamenca. Enfocada más en la parte visual, se presentó con cuatro bailarines y cada tema con una corografía diferente. La música estaba disparada, mientras ella cantaba y bailaba también. Es otra de la féminas que se está ganando su espacio en la música.
De nuevo cambio total de estilo con Gyedu-Blay Ambolley. Si no conocen lo que puede ser una fiesta de baile africana, la música de este veterano (77 años) es una muestra perfecta. Su coctel de afrobeat, highlife, soukous, funk y jazz te hace mover sin remisión y se entiende que pusiera a bailar a toda la Plaza Mayor. Es un placer ver como este veterano músico de Ghana, con una treintena de discos grabados, se ha revitalizado y ahora no para de tocar en festivales.
Justin Adams & Mauro Durante
Y de la fiesta a una de las actuaciones destacadas de esta edición, la del dúo formado por el británico Justin Adams y el italiano Mauro Durante. El primero guitarrista procedente del post-punk, amante del blues y el rock. El segundo virtuoso del violín e inmerso en el folk tradicional de esa música de trance que es la taranta, proveniente de la “Puglia” italiana. El nombre de Justin está asociado, entre otros, al de Robert Plant, Tinariwen, Rachid Taha o Jah Wobble (con el que, como confesó Justin, actuó en la primera edición de este Womad de Cáceres). El de Mauro al excepcional Canzoniere Grecanico Salentino. Fruto del encuentro y la admiración mutua entraron al estudio y grabaron el aclamado internacionalmente “Still Moving”, que es lo que vinieron a presentar. Justin a la guitarra y voz, Mauro con su violín, pandero y voz se bastaron para crear unos ambientes musicales, a momentos relajados, pero en otros bien fieros. La calma estuvo en temas como “Djinn Pulse” o “Amara Terra Mia” (emotiva versión de Domenico Modugno), y la tormenta llegó con otros como “Red Earth” o “Tallasa”, donde los diálogos entre violín y guitarra eran bien bravos e intensos. Otra prueba de que un dúo, minimalista, puede alcanzar cotas bien altas de emoción.
De nuevo vuelta a África de la mano de Le Mali 70. Este es el nombre que puso la big band Omniversal Earkestra, con sede en Berlín, al viaje que hicieron a Mali para empaparse de la música de las grandes bandas de ese país en los años 70’. Hasta entonces llevaban años tocando música de Duke Ellington, Sun Ra o Fela Kuti, junto a sus propias composiciones. Pero gracias a ese trabajo de investigación, que les llevó seis años, grabaron un disco allí con algunos músicos legendarios y un equipo de filmación documentó los hechos. Su concierto mostró el resultado de todo ello y Womad pudo comprobar como sonaban esas canciones alegres y bailables en Mali en aquellos años. La macrobanda contó además con tres músicos africanos llegados ex profeso para acompañarlos, el teclista Cheick Tidiane Seck (tocó con Fela Kuti y Tony Allen), la vocalista Mariam Kone y el percusionista Adama Diarra. Su concierto fue una autentica delicia.
Otra tradición para disfrutar fue la de El Nido. Esta joven banda con sede en Burgos se suma a todas esas agrupaciones que andan revitalizando la música tradicional, cada una a su manera. Presentaban su nuevo disco “Refugios a cielo abierto”, con canciones propias, pero basadas en las músicas tradicionales de Castilla y León, o sea ritmos de baile como charros, ruedas, jotas o ajechaos. Instrumentación acústica, pero con unos textos vitalistas y personales. Su directo es muy fresco, se les nota que la calle ha sido buena escuela. Además esas explicaciones que daban sobre cada tema, aumentaron la conexión con ese público que acude expresamente a la Plaza San Jorge. Inevitable que al verlos surjan nombres como Celtas Cortos, La M.O.D.A. o hasta Mumford & Sons, pero también El Naan, Eliseo Parra o Coetus. Dejaron bien claro un mensaje extraído de su tema más popular “Ícaros”: “la vida ahora es nuestra”.
Y el cierre musical llegó de la mano de la banda londinense Hackney Colliery Band. Otra numerosa brass band que aúna diferentes estilos, pero todo pasado por su filtro “metalero” (en el sentido de instrumentos de viento). En sus discos han colaborado con diferentes músicos como Angelique Kidjo, Bugge Wesseltoft o Mulatu Astatke, pero su directo fue algo irregular. Cerraron con un medley de versiones de The Prodigy y haciendo cantar a gritos el “the horns of Jericho”.
También habría que nombrar a dos apasionados del beatbox, los británicos The Beatbox Collective, que en sus divertidos talleres con mayores y niños, demostraron que el beatbox es un idioma que entiende todo el mundo. Igual que el cubano Leandro Charanga que hizo bailar a todo el que se dejó caer por sus talleres, y también a cualquiera que pasaba simplemente por allí . Cada día estamos más cerca de celebrar la 31ª edición.
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