Noche íntima en The Club con una de las voces más potentes y arrebatadoras del pop-rock nacional, Luis Albert, corazón de L.A. que, con el Heavenly Hell (09) bajo el brazo, se dispone a parar los relojes ofreciendo una delicatessen sesión acústica, revisitando y desnudando esas canciones que cambiaron el horizonte de la banda y el suyo propio.
Guitarra en mano y con esa garganta que podría aguantarle cualquier envite a Eddie Vedder o Glen Hansar de turno, comienza a desgranar, en estricto orden, esos temas que, en su mayoría, recomponen “sentimientos rotos” tras una ruptura que deja cicatrices. Así, la velada comienza a flor de piel con Crystal clear, recorriendo aquellas dolorosas huellas, rasgueo a rasgueo (¡como suena esa Martin!), con Luis cantando con esa fuerza y sensibilidad que parece emerger del centro de la Tierra. Además, hoy tiene coristas de excepción… un público totalmente entregado que lo arropa desde el primer momento, coreando estribillos y alguna que otra canción completa… Y es que, pocos discos contienen tantos hits y aguantan tan bien su revisión acústica como este imprescindible Heavenly Hell, una gira aniversario truncada por la pandemia y que ahora sigue su curso: De una vibrante Perfect combination con la que la sala al completo se une sin pensarlo, a cortar la respiración con las emocionantísimas interpretaciones a fuego lento de Close to you y Elizabeth, para pasar a situarnos “en frente del océano” que dibuja con Hands y conseguir uno de los clímax del show, con ojos brillosos multiplicándose por momentos en la oscuridad.
Seguimos sumergiéndonos en océanos profundos, abriendo y sanando heridas, una y otra vez, a cada fraseo y enérgico rasgueo de cuerdas, meciéndonos con dulces y amargas despedidas en The Sweetest goodbye, o regresando a Evening love, esa tarde de verano en la que nos aferramos a ese quizás “el tiempo todo lo cure”, a no querer perder el contacto del todo… No esperamos respuestas y bajamos y subimos en la titular Heavenly hell y, entre canción y canción, reímos con cada anécdota de Luis Albert, rebajando la intensidad de la obra, como el recuerdo de aquellas primeras fans a las que le dedicó Microphones and medicines, y que esta noche nos dedica a toda la sala, con una balsámica y sublime interpretación. Y antes, claro, se para el tiempo con una Stop the clocks que sigue sonando eterna.
Como bises fuera de carta un ramillete de masterpieces donde Luis Albert quema las naves: las deliciosas Ordinary lies y compañera de surcos Living by the Ocean, la siempre resplandeciente Under radar, una In the meadow que canta a tumba abierta y una explosiva Outsider que no entiende de acústicos, con las cuerdas de la guitarra echando chispas y puro fuego.
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