La Débil, sangra cerdo

Una de las razones por las que la Velvet Underground jamás tuvo el éxito que otros grupos contemporáneos de menos mérito que ellos, fue porque cada vez que se subían a un escenario abrasaban a toda la audiencia con ruidos y acoples más propios de una fábrica industrial que de una banda de rock. Un espíritu parecido debe inspirar a los madrileños La Débil, que utilizaron en la sala El Veintiuno de Huesca cualquier instrumento o herramienta, ya fuera una guitarra eléctrica, una chapa sacada de una sala de autopsia, una radio, sintetizadores o un gran bidón de plástico azul para desatar toda su rabia, jugando constantemente con el delicioso arte de evitar el umbral de dolor humano y el caos.

En gran medida, esta faceta destructiva que llevó desde los primeros y tímidos rugidos hasta la boca de una bestia que amenazaba con devorarlo todo, servía de telón de acero para mantener a las decenas de asistentes a salvo del fuego abrasador de sus canciones. Una lástima, porque aunque su hábitat natural parece el descontrol premeditado, el quinteto brilló con especial fuerza en la interpretación de algunos de sus temas más populares, donde se entregaban por completo a los ritmos hipnóticos de las percusiones entrelazadas y las líneas melódicas más reconocibles, como si se tratara de una versión más agresiva de los andaluces Fiera.

Así, conquistaron a todos los presentes cuando comenzaron el single de su segundo disco, que da nombre al álbum. Sángrala tiene un carácter amenazante que la hace especial, también sobre el escenario, donde una estrofa compacta como un puño llevó a un estribillo donde fue casi imposible distinguir ‘SÁN-GRA-LA’, gritada con todo el tormento que puede albergar una garganta. Cabe destacar que además hubo lugar para el reencuentro, ya que contaron con la colaboración de Logos, un ex guitarrista de la banda en uno de los temas.