Con Kraftwerk siempre tengo la misma bendita sensación, cuando salgo de cada uno de sus conciertos: que siguen siendo los jefes de todo esto. Que lo suyo es de otro planeta, otro nivel. Que, en los últimos cincuenta años, en lo que a música electrónica se refiere, no ha pasado nada radicalmente nuevo que, cuando menos, los deje fuera de la cuneta, o de la autopista, vaya. Precisamente con su cuarto álbum, “Autobahn”, de 1974, marcaron las bases de la moderna música electrónica y sus -entonces- nuevas y excitantes estructuras. Levantarían esa enorme e infinita autopista por la que transitarían otros tantos exploradores del futuro, esa romántica idea sobre la que han cimentado su longeva e incomparable carrera artística.
Con Ralph Hütter, único miembro vivo de la formación original, Kraftwerk se plantaron en el escenario del Festival Jardins Terramar de Sitges, en una agradable noche de luna casi llena y un público entregado copando la pista. Su sobria y a su vez espectacular puesta en escena, con sus trajes negros e iluminados en su contorno, y una enorme pantalla para sus hipnóticas visuales, ya forma parte del imaginario colectivo y es patrimonio de la humanidad. Acompañando a su siempre apabullante setlist, desplegaron su cuidado y variopinto carrusel de imágenes: desde animaciones de las portadas de sus discos, imaginería de los video-juegos de los ochenta (“Tron” a tutiplén), el mundo primigenio de la computación… Resulta tan enternecedor como vigente su romántico discurso alrededor del progreso y el futuro. Al final, ese futuro ha resultado ser más distópico que utópico, pero en sus máquinas y en su robótica voz, sigue resultando arrebatador.
Su “Computer Love” sigue sonando a una historia de amor con el progreso y la tecnología que nos conmueve y nos fascina, cinco décadas después. Junto a esta, fueron sonando todas y cada una de las composiciones que los sitúan como uno de los combos más influyentes del siglo XX. Y aquí siguen, en el XXI, como si el tiempo no pasara para ellos, que no pasa. Mención especial para la reversión que se marcaron del “Tour de France”, que diría que se les fue a más de diez minutos de pura épica y felicidad. También para la proyección que acompañó a “Spacelab”, con un objeto volador no identificado, de apariencia cincuentera, aterrizando en la propia pista del festival.
Como decía antes, lo suyo es de otro planeta. Poder asistir en directo a este viaje a través de la historia de la música electrónica contemporánea es constatar de donde salen Moroder y Cerrone, el electro, el techno y el house, el new beat, la música industrial… absolutamente TODO. Music non stop.
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