Se presentaba el sello mañico King Of Patio en la ciudad Condal sin conseguir la repercusión que bandas como Big City y Biggot merecen, pero esa es otra cuestión. Lo realmente importante fue comprobar, una vez más, que desde hace unos cuantos años algo se cuece de forma muy lenta en la ciudad del Ebro. No sé si será ese brebaje con ínfulas de cerveza llamado Ambar o el aire que baja del Moncayo que los tiene a todos más girados que una tortilla, lo que provoca que surjan personajes como los que desfilaron por el pequeño escenario de la sala BeCool. Pero vayamos por partes: La noche la abrieron Aeropuerto, banda de Barcelona finalistas del proyecto Demo 2007 -concurso auspiciado por el festival de Benicàssim- que mostraron unas cartas nada sorprendentes: Noise pop demasiado apegado a las formas clásicas del género (Spacemen 3, Spiritualized) y que pese a estar cantado en castellano, no provocaron nada de nada en el que escribe. La mejor noticia es que son jóvenes y que les queda mucho por aprender y crecer. Tras ellos Bigott, proyecto personalísimo de Borja Laudo, quién desplegó su peculiar personalidad no impostada de tipo más raro que un perro verde que acaba por resultar simpático en su rareza. Al igual que su música, que de ser comparada con alguien, tendría en otros girados de la vida como Eels o Devendra Banhart unos buenos referentes (en especial el primero). No hizo el concierto de su vida (ni muchísimo menos), aunque demostró que puede dar que hablar en el futuro siempre y cuando no se gire y acabé pirándose a las Malvinas. Y por último el que sin duda era el plato fuerte de la noche Big City, no decepcionaron más que por la escasa duración de su show. Y es que los maños son uno de esos raros combos que gustan un montón a todos los que lo escuchan, pero lamentablemente han escuchado muy pocos. Con Wilco, pero también con Neil Young vía J. Mascis o directamente Buffalo Springfield o The Band en el punto de mira, desplegaron las enormes canciones de su último álbum “Call An Ambulance” con una precisión y detalle digna de elogio. Y eso a pesar de que el local no les resultó cómodo a la hora sonorizar con precisión espartana las logradas tonadas que acumulan. Quizás la única pega es que su desenfreno es tan estrictamente musical, que uno hecha en falta que se adhiera a sus vidas, que se dejen llevar por el mal camino y olviden que son la banda de los empollones de la clase. Quizás entonces lograrían la chispa de entusiasmo colectivo que por el momento les esquiva. Y es que en la vida ser preciso y elegante no lo es todo.
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