La excitación es amiga de lo imprevisible, dos términos que encajan como un guante con la propuesta de los australianos King Gizzard And The Lizard Wizard. Si su prolífica discografía –una veintena de discos en apenas trece años– figura entre lo más estimulante y ecléctico del indie rock reciente, su versión en directo eleva al cuadrado las ramificaciones indomables de un sonido en constante crecimiento.
Capaces de conjurar tanto a Pink Floyd, Hawkwind y Frank Zappa como a Voivod, The Flaming Lips o Tame Impala, su amalgama de colores y referencias tuvo su reflejo en un público variopinto propio de festival en el que se mezclaron indies, amantes del stoner y la psicodelia, metalheads y guiris que aprovecharon para apreciar las bondades arquitectónicas de la plaza mayor del Poble Espanyol.
Tras los preliminares con el efectivo power rock de The Prize, los de Melbourne arrancaron con una electrizante “All Is Known”, el medio tiempo sabbathiano de “Doom City” y la envolvente “Iron Lung”, nueve minutos salpicados de arreglos jazz con los que empezamos a despegar los pies del suelo; suyos son los versos “Centre gravity, planet me / Gimme the mushrooms, time to leave”, toda una declaración de intenciones.
Con este cometido y sin apenas pausa entre canción y canción, el septeto encadenó piezas a priori antagónicas, fundiendo sus aristas estilísticas en una jam session expansiva nutrida de aparentes improvisaciones; un carrusel sonoro tan hipnótico como las lisérgicas proyecciones que enmarcaban las siluetas de la banda.
El bloque central del repertorio actuó como valle en un particular viaje astral colectivo: los sinuosos quince minutos de “Hypertension”, las funky “Ice V” y “Presumptuous”, o una dilatada “Hot Water”, con el inagotable líder de la formación Stu Mackenzie empuñando una flauta a lo Ian Anderson de Jethro Tull, apuntalaron los cimientos de un anticlímax tensionado que logró, paradójicamente, mantener en alerta nuestros sentidos.
A excepción de la más pop “The Garden Goblin”, canciones como “Magma”, “Astroturf” o “Kepler-22b” no hicieron sino expandir esta vibración, con la formación poseída por un contagioso mood cercano al trance con el que lograron tejer un crescendo sostenido protagonizado en gran medida por sus álbumes “Omnium Gatherum”, “Ice, Death, Planets, Lungs, Mushrooms And Lava” y “Changes”, todos ellos publicados el año pasado.
Ya en la recta final, el groove setentero de “This Thing” actuó como estrella fugaz en su personal aquelarre cósmico, implosionando a modo de big bang con “Gila Monster”, la única presencia en el setlist de su último disco, un arrebato thrash metal con formas de himno que fue coreado puños en alto tanto por heavies que ansiaban más cortes en esta línea como por un sinfín de almas pop convertidas momentáneamente a la causa.
La mejor noticia es que King Gizzard And The Lizard Wizard siguen ganando solidez y adeptos más allá de estilos musicales, cohesionando y ampliando los límites de su rock sideral a base de talento y de directos tan epatantes como el de anoche. Pura magia.
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