El malagueño Teatro Cervantes cuelga el cartel de “no hay entradas” y se palpa en las calles y bares aledaños, la expectación en el ambiente que solo desatan las leyendas que volando van y volando vienen…
Cerca de cinco décadas enamorándonos de la vida, aunque a veces duela, repartiendo compás y alegría con el que quizás sea el cancionero más brillante y genuino de la música popular española. Filtrando como nadie, verso a verso, costumbrismo y amor insobornable por las pequeñas cosas, reflejando en su personalísima poética de lo cotidiano el latido real y el soniquete (con sus penas y dichas) del barrio. Todo con una fidelidad que va de la mano de una voracidad infinita por seguir aprendiendo y absorbiendo nuevos sonidos y tendencias, mudando la piel sin complejos a cada paso, pero nunca el alma.
Con esos mimbres y con Hambre (21) bajo las alas, su flamante disco, pisa las tablas del teatro, guitarra en mano y acompañado de su teclista y corista, para empezar a fuego lento por lo más importante, “La felicidad”, esa complejidad autoimpuesta que, como nos recuerda Kiko en este tema que cierra su nuevo trabajo, simplemente es una “raya que hay que atravesar”. Ese empujón que a veces necesitamos, nos lo da hoy su música, ese es su veneno y antídoto.
La Banda del Retumbe sale en tromba y se une a la fiesta con “Los Delincuentes”, del mítico Veneno (77), que sigue sonando con la misma electricidad salvaje y surrealista de antaño, con Kiko soplando viento frágil y fresco por su pito de carnavales y abanico de cristal.
Dylan siempre blowin' in the wind y suena un “Blues de Memphis” en el que nos habríamos quedado atascados este verano, el próximo y siguiente. No hay duda de que su sombrero sigue bien roto y los rayos entran y salen de su plateada cabeza a sus anchas, pero por si acaso, el druida sigue innovando con su pócima y así lo celebramos en los dos siguientes temas: “La Higuera”, tema que marcó nuevo rumbo electrónico (haciendo equipo con Bronquio) en su anterior trabajo, y con la muy celebrada y exitosa “Los tontos”, pista que selló con C. Tangana y que es coreada de principio a fin por el teatro al completo.
La verbena continúa con Battiato in the air y regusto a rave cañí, en un “Autorretrato” que gana enteros en directo, con juego de luces hipnótico y un Kiko desatado, micro en mano y bailoteo incluido.
“Que no puedo más con ella, / esta pena la traspaso. / Baratita yo la doy, / ni a su dueño le hace caso…”. Con un cancionero tan extenso y repleto de hits, nos llevamos la primera sorpresa de la noche con el rescate de la genial “Traspaso”, de Punta Paloma (97), rezumando blues y aires arabescos finales, para desembocar en jam psicodélica y free jazz, con la banda al completo poseída por el espíritu de John Zorn y sus secuaces.
Con el “Pa qué quiero un trabajo fijo, / si contigo tengo ya bastante” aún flotando en el patio de butacas, hierve el teatro con los primeros acordes de “Superhéroes de barrio”, acompañada de palmas y cánticos colectivos. Del primer clásico que cae de Échate un cantecito (92), a otro de última creación, “Luna nueva”, con sintes al mando y Kiko de nuevo micro en mano, arriesgando y ganando en cada fraseo y movimiento de cadera, con ese “Black or white” juguetón y ese plan revolucionario que no aguantabamos más por llevar a cabo.
“Y en un cuartito los dos, / veneno que tú tomaras, / veneno tomaba yo”. Otra masterpiece que comienzan por bulerías, “Veneno”, del imprescindible Está muy bien eso del cariño (95), con un teclado y un violín que echan chispas, y Kiko rematando con un final a capella que araña por dentro. La magia no cesa y los himnos atemporales se entrelazan con la buena nueva: “Echo de menos”, “Dice la gente” y la titular “Hambre” (rave flamenca con Kiko eléctrico al borde del escenario), para terminar de reventar los termómetros con “Hace calor” y la rumbera “La rama de Barcelona”, con todos cantando al unísono y aguantándonos las ganas de bailar hasta el final de los días.
Cogemos aire con la brisa sanadora de “Respeto” y nos sumamos a los coros cuando nos da la señal el maestro, que se marca un solo de armónica que funde Cádiz con Minesota en un parpadeo. Intro de guitarra flamenca y arranca “En un Mercedes blanco”, dejándonos una de esas sonrisas que, por mucho que lo intentes, no se te van de la cara en horas y reaparecen cada vez que te acuerdas de ese mágico instante. Se despide y nos presenta a la caravana de amigos y geniales músicos itinerantes que le acompañan en esta Rolling Thunder Revue particular. Y “pónmela, pónmela otra vez, / ponme esa cinta otra vez, / pónmela hasta que se arranque / los cachitos de hierro y de cromo / al cantar como tú sabes”. Se van y la ovación es tan grande que el Cervantes no se cae de milagro.
Kiko, con el hambre intacta por la música, sale acompañado del guitarrista, flamenca en mano, y nos mecen en una “Obvio” a corazón abierto en la que se le escapa un suspiro hasta a la luna. Se suma la banda al completo y el fin de fiesta llega con otras dos joyas de su cancionero: primero la no muy habitual en directo “Dime A”, con Kiko Veneno disfrutando y contagiando en cada cantecito, y el cierre con la esperada “Joselito”. Solo con su acústica y la banda uniéndose como un relámpago tras el “voy a la mar”, sembrando en la oscuridad del teatro cientos de ojos brillantitos de emoción. “Esa es la verdad, la felicidad”.
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