No llegan muchos conciertos al Principat d’Andorra, así que resultaba pertinente visitar este país con la excusa de la fiesta mayor de su capital y con un cartel de fin de fiesta tan atractivo (dentro de la gira “Un país para escucharlo”). También para comprobar que no solo es popular por ser un paraíso de Youtubers y, cómo no, por la posibilidad de huir de la caldera de calor que estaba atacando al resto del otro país.
Ese doble cartel gratuito –Ariel Rot y Kiko Veneno por un lado, Muchachito Bombo Infierno por el otro– atrajo a un buen número de fans perfectamente conscientes de lo que iban a ver y también a una notable cantidad de curiosos con ganas de pasárselo bien. Y eso es lo que hicieron todos.
La noche la abrieron ese par de clásicos de la música popular que andan enfrascados en esa gira salida de los programas de televisión “Un país para escucharlo”. Y resultaba cuanto menos curioso que llegaran a “otro país”. Por suerte la música es capaz de atravesar fronteras sin tener que llevar documentación. Algo que a algunos músicos parece que no les resultó tan fácil (“Llegar a Andorra ha sido complicado, pero aquí estamos”, dijo Kiko Veneno al presentarse).
El show se inició con esa gran versión de Bob Dylan, “Memphis Blues Again”, empalmada con “Dulce condena”, en un inicio que fue toda una declaración de principios y una demostración de lo bien que se entienden ambos artistas. Tanto fue así que se intercambian versos cantando felices las canciones el uno del otro. Ariel, con esa elegancia musical que le han dado los años, y Kiko, con esa naturalidad que le hace tan único en su especie.
El reparto de clásicos infalibles siguió con otros dos hits, “Los Delinquentes” –con un gran solo de guitarra de Diego Pozo “Ratón”– y “El mundo de ayer”, en la que Ariel se encargó del solo. Porque esa es la línea argumental de los conciertos que estos dos sabios musicales de pelo canoso siguen en esta gira, disfrutar compartiendo esas canciones que forman parte ya de nuestro patrimonio cultural. Además, siguiendo el guion del programa, invitan a músicos para que les acompañen. Así, una de las colaboraciones estaba cantada. Muchachito apareció en escena, aunque le acompañaron los cinco vientos que giran con él. “Lo que me importa eres tú” sonó tremenda con esa macrobanda y nos contagió de la gran complicidad que existe entre Muchachito y sus mentores. A continuación interpretaron “Tu nombre”, ese precioso nuevo tema del de Santa Coloma, y cerraron la colaboración con la coreada “Sin documentos”.
“Me estás atrapando otra vez” y “Joselito” fueron otro par de temas ganadores antes de la siguiente colaboración, la de Joan Pau Cumellas, virtuoso de la armónica, que vive desde hace veinte años en Andorra y ha tocado con Quico Pi de la Serra, Manolo García o Moncho. Ariel le presentó y tocaron “Confesiones de un comedor de pizza” que sonó más rockabilly que nunca. Y qué decir de la secuencia con los incontestables “En un Mercedes blanco”, “Milonga del marinero y el capitán” y el “Echo de menos”.
Pusieron punto final a la actuación con “Salta!!!”, con todo el público excitadísimo, y “Volando voy”, respaldados por los colaboradores y esperando “haber llenado un huequecito en vuestros corazones”, como bien dijeron al despedirse.
Pero la fiesta no había terminado. Todavía íbamos a disfrutar –y mucho– con Muchachito Bombo Infierno y su banda. Después de dos años de sequía de conciertos, cuando los grupos solamente piensan en rentabilizar más sus actuaciones, hay quienes van contracorriente y, pudiendo ir solos para ganarse bien la vida, se la complican en todos los sentidos y salen a la carretera con una banda completa. Son aquellos a los que lo único que les preocupa es poder llevar su música a otros niveles, y Muchachito es uno de ellos.
Si con el Bombo Infierno anterior la batería estaba dividida entre dos músicos, ahora lo hace entre tres. El bajo se convierte en sousafón (o helicón) y, por si no hubiera suficiente con tres vientos, mete a cuatro. Todos de pie, como si de una brass band callejera se tratase, y sonorizados con inalámbricos para tener libertad total de movimientos. Y no nos olvidemos de Santos de Veracruz, quien ocupa un espacio central para pintar en directo sus espectaculares cuadros sin dejar de bailar.
De esta forma, Jairo canta, baila, toca la guitarra y no para quieto un momento. Interacciona con la banda y con el público, bromea con él, se ríe a carcajadas y explota lo showman que es. Además acelera la música o la calma a su antojo. Hasta la banda se lo pasa en grande con él. ¿Y qué podemos decir del repertorio? Pues que se nutrió de clásicos como “Azul”, “Aire”, “Caraguapa”, “La mejor” o “Sin sentido”, combinados con esas versiones de canciones que forman parte de su universo musical: “La quiero a morir”, tema del francés Francis Cabrel –que cuenta con múltiples versiones en castellano, pero ninguna con tanto swing como la de Muchachito–; “Gitanitos y morenos”, tributo a otro de sus maestros, ese Gato Pérez eterno; “Tu vuo fà l’americano”, otro tributo en este caso a Renato Carosone, que tan bien se lleva a su terreno, o ese “Si tú, si yo” del maestro Kiko Veneno, quien bailando desde una esquina del escenario disfrutaba con cariño.
Y no podían faltar algunas de las canciones que aparecerán en sus dos prometidos nuevos discos: “El club del paro”, tema para la película del mismo título; “Demasiada agua y no hay piscina”, con una de sus letras más largas y vitales, y “El bailarín nocturno”, una pieza de tremendo swing, basada en hechos reales y quizás autobiográficos. Pero cabe destacar además que esta formación permite unos nuevos arreglos que le sientan muy bien a sus canciones. El último tramo llegaron temas como “Luna” –con ritmo denominación de origen “Singuerlin style”– permitió a los vientos su momento de lucimiento y al público cantar a pulmón eso de “me acuerdo de ti y de tu cara”. “Será mejor” sonó imbatible con la brass band y una intro de lo más divertido. “Paquito Tarantino” fue un subidón con ese final de “Cucarachas fumando marihuana” prestado de Tito & Tarántula. “115” enérgicamente acelerada y la obligatoria “Siempre que quiera” como cierre. Pero el público todavía quería más, con lo que llegó “Carreta sideral” y un reprise de “Siempre que quiera”, que la banda recuperó para gozo de todos los asistentes y que, esta vez sí, puso punto y final a una noche de auténtica fiesta.
Realmente, esta visita a otro país para escucharlo, valió muchísimo la pena.
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