Esas sencillas cosas
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Esas sencillas cosas

8 / 10
Reuben Weedianaut — 08-10-2024
Fecha — 04 octubre, 2024
Sala — Nave 9, Bilbao
Fotografía — Reuben Weedianaut

En estos tiempos en los que parece que todo evento musical tiene que ser grandilocuente o resignarse a la intrascendencia y el menosprecio, es reconfortante ver cómo todavía hay márgenes en los que las personas pueden escribir notas a pie de página que contribuyen a la narrativa cultural más allá del discurso global dominante. Un poco como aquellas historias contadas boca a boca durante siglos y que nunca llegaron a los libros, pero que no por ello dejaron de suceder, ni dejarán de seguir sucediendo.

Al margen de la ría de Bilbao se sitúa también Nave 9, encastrado en el Museo Marítimo y establecido desde hace años como uno de los espacios de referencia en la Villa dentro del circuito de conciertos a contracorriente. Si bien es cierto que, con el —relativamente— reciente cambio de gerencia, últimamente su programación se inclina más hacia el Oi! y derivados, es una sala que siempre tiene su agenda abierta a propuestas tan variadas como la que reunía a más de setenta personas la tarde del viernes. Testigo de ello es la pared del backstage que nos recibe con vinilos de Arene 6, Ukabilkada o Neallta Fola, pero también con los LPs de Sonic Trash, Víctimas Club o Chulería, Joder. Un evento anunciado como “Velada de Punk, Rock y Metal” y compuesto por tres bandas mayormente desconocidas de reciente creación, sólo cobra sentido a través de la relación que une a todas las partes con Anero, cantante de Cordura/Helltzales y ocasional promotor en circunstancias como ésta en las que se embarca como promotor si la amistad llama a su puerta.

Vilvao es la banda de Borja Muro —polifacético e hiperactivo músico de Basauri, principalmente conocido por haber formado parte de los míticos Quaoar— y era la encargada de abrir la velada ante un ambiente que se sentía inevitablemente familiar, con parientes, colegas y prole de los grupos repartidos entre los melómanos habituales en estos saraos. El trío instrumental hacía su debut en directo sin más contexto que una cuenta de Instagram y un solitario tema en su Bandcamp, pero cualquiera que conozca un poco la trayectoria de Muro, puede intuir por dónde iban a ir los tiros. La intro da comienzo entre el psych y el space rock de Pink Floyd subiendo de intensidad como unos Mogwai, entre golpes de tambor rotundos y un bajo post-metal que dan paso a un riff que mezcla heavy rock y Testament para, seguidamente, desatar el caos progresivo de unos King Crimson liderados por Van Halen, con una sucesión de partes tan rápida y compleja que me vienen a la cabeza bandas como Mr. Bungle o Primus si Les Claypool tocase la guitarra. Una versión tan bizarra que nadie se atreve a adivinarla en la pausa que precede al “single” —según sus propias palabras— que prosigue con el torrente de influencias y sonidos; desde la rotundidad de Unsane o Helmet a un progresivo tan personal como el de Ozric Tentacles o la rama italiana de Le Orme y Museo Rosenbach, todo ello entre el jolgorio del respetable y las payasadas desde el escenario entre tema y tema. Lo mismo le dedican ‘Fortaleza Infernal’ a Christopher Lambert, que se desatan con blast beats black metal o se acercan al nu vía Pantera. Terminan un concierto divertido e inclasificable con un bis que podría ser un outro de GY!BE, entre coros que jalean su nombre como si estuviéramos en el adyacente San Mamés.

Los asturianos Mesenktet comenzaban su actuación un tanto lastrados. Parte de la asistencia abandonaba el lugar para no perderse el cercano concierto de otro de los miembros de los anteriormente mencionados Quaoar, y con la etiqueta “deathcore” como única referencia sobre la única banda foránea de la jornada, el quinteto de Gijón salía a escena ante un escueto núcleo duro del público que incluía al omnipresente Oscar Azanza. Si ya tenían frente a sí una dura plaza, tras una intro de sintetizador que recordaba a Bring Me The Horizon y durante la inicial ‘Sueños Rotos’, la claqueta de su batería se fue al traste y se vieron defendiendo sus dos singles hasta la fecha sin la referencia necesaria para ejecutar como es debido la amalgama que conforma temas como ‘Estigma’. Con un cantante muy activo que parecía el de Korn —rastas y chándal Adidas morado de lentejuelas— y una mezcla de thrash, death, nu metal, y bien de china a las baquetas para cubrirlo todo con metalcore, lo mismo me recordaban a Jousilouli que a Hamlet. La pasividad de la banda contrastaba con su frontman, concentrados en no perderse en los cruces entre Ibanez y Les Paul a las guitarras, una aportando los graves del nu y el death metal, y la otra el groove de bandas como Soundgarden o Alice In Chains; pero para cuando ‘Vida Inerte’ da paso a ‘Whitechapel’, ya lo tienen manejado y van de menos a más soltando lastre hasta el final, tanto en sonido como en actitud. Suenan a In Flames y Suicide Silence, sí, pero también a Koma o a unos Soziedad Alkoholika de los cuales han grabado una versión de ‘Ratas’ en asturianu, aunque seguramente el cantar en castellano tenga algo que ver en ello en un género casi exclusivamente angloparlante. Terminan con ‘Cronos’ y ‘Humana’, dejando el pabellón lo suficientemente alto como para desear volver a verlos volar como se les intuye que pueden hacerlo.

Puede que KAIRòS sean una banda de nuevo cuño, pero sus componentes llevan media vida acuñando grupos como Fetitxe, Radio Aktiva o Sanngre, y gastan unas tablas que parecen vigas. A esas alturas de la noche, las numerosas familias se han recogido sus hogares y quedamos la pequeña familia de los incondicionales de la escena y los músicos precedentes, que no es poco. “¡Somos cuatro gatos, pero que parezcamos cuatrocientos!”, aúlla su cantante para empezar la andanada con ‘Perspektiba’ tras una intro con engañosos aires de rock alternativo. Esto es punk rock, simple y llanamente. Energía y actitud. Tocar para tí y para tu gente porque hay algo dentro que te lleva a hacerlo, como pisar el pedal del acelerador hace bombear la gasolina. “Zoramenean galdu zurekin amaitzeko”. Las comparaciones con Kuraia son demasiado obvias, así que digamos que suenan como Helltzales pero con tintes añadidos de todo eso que estaba bien en el rock vasco antes de que Berri Txarrak colgaran las botas y los sonidos urban lo copasen todo por estos lares. ‘Gezur Hontan’ e ‘Hilda’ anteceden a una primera pausa en la que podemos ver cómo el cuarteto no se siente del todo a gusto con cómo se escuchan sobre el escenario, pero su saber hacer y la memoria muscular entrenada durante años hacen que no se resientan por ello, y la energía y actitud van en aumento según discurre el setlist, llevados en volandas por un público entregado a la causa. ‘Hondamena’, ‘Perfekzioa’ y ‘Stronger’ hablan por sí mismas, derrochando voz al micrófono y arengas al borde de los monitores por parte de un bajista encendido. “Haien ametsak zure sua behar du”. Afrontan la recta final con la inflable dupla de ‘Berandu’ (para mí, su mejor tema) y ‘Komando’, y tras una “azken kanta”, no pueden si no rendirse al clamor popular, y volver para recompensarnos con una versión de Kuraia a modo de bis, que sólo podrían mejorar de haber sido una de Helltzales con Anero uniéndose al micro. Son todas esas sencillas cosas las que te hacen volver a casa un viernes cualquiera con una sonrisa de oreja a oreja.

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