Svört Augu desata nuestro ritual con los lamentos etéreos y melancólicos del akelarre islandés, Kaelan Mikla, invocando los actos principales de esta experiencia onírica. Conformado únicamente por teclados, bajo y una impresionante presencia vocal, este trío completamente femenino parece atrapado entre los mundos de las vibraciones cinematográficas de 'The Juniper Tree' y los rincones más oscuros del underground gótico darkwave. Las islandesas se sumergen en las profundidades de canciones como 'Stormurinn', 'Kalt' y 'Sirenur', emergiendo su música de un reino más allá de lo tangible, fusionando la fantasía, el misterio y los oscuros relatos de su tierra natal.
La mezcla de elementos en su sonido es como un lienzo donde las luces de la aurora boreal danzan con la oscuridad de los volcanes de obsidiana. En canciones como 'Sólstöður' y 'Draumadís', la energía física y la posesión escénica de Kælan Mikla se entrelazan con los potentes riffs de bajo y los hipnóticos sintetizadores, envueltos por las voces encantadas de Laufey Soffía. El resultado es una experiencia auditiva que evoca paisajes majestuosos y misteriosos, una amalgama de sensaciones que transporta al oyente a lo más profundo de la mitología islandesa.
Después de un breve descanso, la Sala Atabal de Biarritz quedó envuelta en una calma tensa, mientras los asistentes aguardaban con expectación la próxima aparición de Chelsea Wolfe. Desde la penumbra del escenario, Wolfe emergió como una figura enigmática, envuelta en la oscuridad de su atuendo negro, llenando el espacio con una energía única, una presencia que parecía trascender lo terrenal. De inmediato entonó 'Whispers in the Echo Chamber', del recién lanzado álbum titulado de manera enigmática 'She Reaches Out To She Reaches Out To She'. Este último álbum sirvió como hilo conductor de la noche, guiando a los oyentes a través de un viaje sonoro lleno de melodías inquietantes y reflexiones introspectivas.
No obstante, Chelsea no deja atrás sus éxitos previos. Piezas como 'The Culling' y '16 Psyche' son interpretadas magistralmente, exhibiendo su destreza para transitar desde momentos íntimos y serenos hasta paisajes sonoros potentes y envolventes. Su dominio tanto de lo sutil como de lo contundente se manifiesta en cada acorde, mientras canciones como 'Feral Love', 'Flatlands' y 'Deranged for Rock & Roll' resaltan su versatilidad vocal de manera deslumbrante. La formación en vivo de Chelsea Wolfe cuenta con Ben Chisholm en teclados, sintetizador y bajo, Bryan Tulao en guitarra y Jess Gowrie en batería.
Wolfe posee una presencia espectral en el escenario, a menudo solo ligeramente iluminada, con el rostro oculto detrás de mechones de cabello. Originaria de Sacramento, es una alquimista musical, ha creado un estilo único que fusiona el rock gótico, el folk oscuro y el doom metal. Su música es un portal hacia lo desconocido, una invitación a explorar los rincones más oscuros de la mente. Un Ouroboros proyectado en el escenario actúa como un faro en la noche, guiando a los iniciados a través de los laberintos de la mente y del alma, en un eterno ciclo de muerte y renacimiento. Inmersos en el ritual, Wolfe saca un péndulo de su bolsillo y lo pone a girar mientras camina por el escenario. El péndulo, como un oráculo antiguo, revela los secretos ocultos del universo, guiando a los fieles en su búsqueda de la verdad esencial, en un eterno movimiento de vaivén.
La velada parece llegar a su fin cuando Wolfe se queda sola en escena, ofreciéndonos un momento sagrado, un momento de intimidad, despojando su música de cualquier artificio para revelar la emoción cruda de su voz. Pero justo cuando parece que la actuación llega a su fin, Chelsea Wolfe decide regalar un bis a su congregación, volviendo al ruido y a sonidos potentes con 'Vex' y 'Diana'.
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