En estos tiempos de pandemia uno no sabe muy bien cómo afrontar un concierto como el que ofreció ayer Julien Baker en streaming a través de Audiotree. Presentaba su flamante trabajo “Little Oblivions” (Matador Records, 21) y, si bien ella y su banda acompañante defendieron el repertorio impecablemente, se respiraba cierta sensación de incomprensión ante lo que se observaba a través de la pantalla. Baker se ha reinventado en su último disco con mucha mayor energía que en sus trabajos predecesores, y de ello dio buena cuenta en la cita del jueves 25 de marzo. Pero cuando acabas las canciones por todo lo alto, sueles esperar una respuesta empática del público desde arriba del escenario. Tristemente, lo máximo que pudieron hacer sus fans fue expresarse a través de comentarios en un chat. Y es que lo visto, más que una función fue una dis-función en el más estricto sentido de la palabra.
Pero más allá de las circunstancias forzadas, que nos privan de los aplausos, lo ofrecido ayer estuvo más que a la altura de lo que viene presentando últimamente la compositora de Memphis. Si ya el cambio de sonoridad auguraba en el disco una Julien más extrovertida y contundente en lo musical, parece ser que en directo esto es aún más pronunciado. Por todo lo visto durante la audición, la artista estadounidense se lo pasa muy bien con este formato de banda, y tiene bastante pinta de que se lo va a apropiar para tiempos futuros.
Tras veinte minutos de teloneo del grupo Mini Trees (banda a la que no hay que perder de vista por su peculiar indie-rock con trazas de neo-psicodelia), el concierto se iniciaba con una Julien Baker al piano con el tema “Faith Healer”. La breve obertura y las peculiares apariciones de percusión y teclados parecieron ser una buena elección para ponernos en situación. No tardaría Baker en tomar la guitarra en la siguiente canción, “Heatwave”, para ir presentando progresivamente los nuevos temas de su recién publicado trabajo.
Todo se mantenía más o menos dentro de lo buenamente previsto hasta que en “Higlight Reel” – quinta canción de la cita – la banda confluyó en un clímax final de gran contundencia, mejorando la versión de estudio. Ello se repetiría más adelante en otras piezas como “Turn off the lights” o “Tokio”, curiosamente los únicos temas externos al nuevo álbum que se pudieron escuchar. Adaptándolos a su nueva realidad musical, Julien Baker demostró que también el repertorio precedente tiene lugar en la etapa actual y que, además, puede hacerlos crecer hasta llevarlos a ese punto épico que le ha tardado en llegar.
“Bloodshot” fue la sucesora de estas dos canciones, preparando el terreno para “Song in E”. Aquí, la joven compositora se queda sola al piano, en un breve asomo de la Baker de “Sprained Ankle”(16) o “Turn off the lights”(17), discos que tampoco deben quedar en el olvido. Por los comentarios y las emociones surgidas durante su interpretación, sus fans conectan emocionalmente con más fuerza en estos espacios íntimos que la cantante ofrece en directo.
A “Song in E” la sucedieron “Hardline” y por último “Ziptie”. Esta última sirvió para cerrar el concierto en un final desgarrador casi más propio de un concierto de hard-rock donde acaba volando todo por los aires. Distorsiones, baterías pesadas, acordes que nunca acaban… Algo había en el aire en esos instantes. Algo diciendo que este final es toda una declaración de intenciones. Que puede ser que la Baker más dura, a pesar de todo, todavía esté por llegar. Lástima que con la ausencia de público presencial toda esa fuerza de la función se quede de momento en eso: Una dis-función.
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