Siempre es agradable encontrarse de nuevo con todos esos amigos de los ochenta con los que creciste y a los que sólo vuelves a ver en contadas ocasiones. En ese grupo de gente puedes incluir a Barón Rojo, sin duda la más grande banda de hard rock jamás surgida en nuestro país. Aquella noche los hermanos De Castro lo entregaron todo, sin olvidarse de sus clásicos (desde “Resistiré” a “Cueste lo que cueste”, su acierto más reciente) e interpretando de cabo a rabo su fundamental “Volumen Brutal”. Mucho más en forma de lo que muchos esperaban.
Judas Priest, por su parte, abrieron su concierto como siempre, con los primeros acordes de “The Hellion/Electric Eye” y Rob Halford surgiendo de la niebla desde algún lugar inesperado (en este caso un espectacular globo ocular situado en la parte trasera del escenario). Fue un inicio digno de su leyenda, como también lo fue un repertorio sobrado en calidad y espíritu metálico: “Metal Gods”, “Turbo Lover”, “The Ripper”, “Breaking The Law”, un tremendo “Painkiller”, sus populares versiones de “Diamonds & Rust” (Joan Baez) y “The Green Manalishi” (Feetwood Mac), y, por supuesto, unos cuantos temas nuevos que sonaron atronadores como “Judas Is Rising”, “Revolution” o “Deal With The Devil”.
Obviamente, los tiempos de Ripper Owens se quedaron en el tintero. De todos modos, no cabe duda de que lo más espectacular de la velada llegó con los bises y “Hell Bent For Leather” (con el habitual momento Harley), “Living After Midnight” y “You Got Another Thing Coming”, con todo el pabellón gritando el estribillo. Un excelente concierto que demostró por segunda vez consecutiva que el retorno de Halford a Judas Priest aún puede ofrecernos muy buenos momentos.
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