Lástima que en Madrid terminemos contando el número de invitados de relumbrón para comprobar el calado de lo que se va a ver. Esta noche hay pocos, apenas un par de caras conocidas y más ganas de emocionarse que de fingir. De hecho, los todavía pequeños Tulsa resultaron mucho más rotundos y verosímiles que en disco. Con un par de registros más, se pueden comer el pastel que codician, que puede tocarse tangencialmente con el de Josele, que sale muy serio y con chaqueta, a impresionar desde el principio, porque su voz no se ha roto con los años sino que ha crecido y deja pocos resquicios a las dudas. Canciones enormes, tocadas correctamente y con el saber hacer del animal de escenario. Muy centrado en “Garabatos”, como debe ser, aunque le griten “Desde el jergón”, o “Con las manos vacías” que no cayeron ya. Josele se ha liberado de lastre, gesticula con suficiencia y puede permitirse con “Farol” acercarse a ser un Tom Waits español sin fingimientos. Está incómodo pero a gusto. No le funcionan las guitarras pero da igual. Las estrellas, aquellas criaturas que habitan el pasado eran capaces de dar un concierto ocurriera lo que ocurriera, como Josele. No hay más ocurrencias inteligentes que bordar. Llegó, resolvió y emocionó, no hay ni siquiera que razonarlo, hace tiempo que eso sobra con Josele. Él es, y los demás miramos.
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