Joanna Newsom formalizaba su segunda visita a Madrid con motivo de la presentación de su último disco, el triple “Have One On Me”. Y lo hacía en un Teatro Lara con todas las localidades vendidas desde hacía semanas (infinidad de músicos en las butacas, por cierto). El suyo era, a priori, uno de los conciertos más esperados de la temporada. Afirmar que todos los que estábamos allí solemos escuchar regularmente la discografía de la joven norteamericana sería mentir, admitámoslo. Sus grabaciones, si bien se van suavizando con el tiempo, son demasiado caprichosas, llegan a incomodar, no son para uso diario. Pero, de igual manera, parece claro que cualquiera con un mínimo de sensibilidad que tenga contacto con la producción de Joanna Newsom en seguida se da cuenta de que estamos hablando de un genio en toda la extensión de la palabra. Y a los genios hay que escucharlos y valorarlos como tales.
Por eso, el torrente vocal y sinfónico que durante hora y media desplegó Newsom en su actuación es algo que no parece poder ser explicado con palabras. Realmente son demasiados estímulos, infinidad de puertas abiertas, entreabiertas, giros, ejercicios. No es posible explicar los procesos mentales de un creador que articula tamaña construcción en secuencias de seis u ocho minutos (poco más de una decena de canciones sonaron) y al mismo tiempo suelta chascarrillos amables en las pausas. Había dos mundos pero nosotros estábamos sólo en uno de ellos. Lo mejor es abandonarse y dejarse caer con la confianza de que estás en buenas manos, de que el aura del genio te va a poseer sí o sí y eso es bueno. Empecé tomando notas y al poco me rendí, lo reconozco. Intuí todos los estilos de la música de raíz, el blues, el country, sólo insinuados, envueltos en trajes de música dodecafónica, escuché canciones como “Easy”, “Soft As Chalk”, “Good Intentions Paving Company”, “Inflammatory Writ” o la epatante “Baby Birch”, que hizo de cierre perfecto. Y sin hacerme muchos líos, evitando contestar a la típica pregunta reduccionista a la salida (qué, ¿te ha gustado?), comencé una digestión que tardaré días en completar. Quizá sea a esto a lo que se le llama síndrome de Stendhal.
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