Al festival Blues i Ritmes le debemos muchos y gratos recuerdos. A partir de ahora, para algunos, también será ese lugar para el reencuentro. O al menos, el sitio que nos devolvió una rutina ya olvidada: entrar en un espacio común para disfrutar música en directo. Si el año pasado se quedaron a las puertas de una edición sencillamente espectacular, en esta ocasión han hecho lo posible para mantener sus señas más características, es decir la calidad contrastada y cierta exclusividad. Se estrenaron con Ian Siegal, se pueden lucir con Luke Winslow-King, y cierran con Aziza Brahim y Jesca Hoop. Entre medias, una cuenta pendiente, un deseo compartido. Ni mas ni menos que poder enfrentarnos al directo de Joana Serrat con su banda al completo, los colosales The Great Canyoners.
A Joana, como a muchos de nosotros, le ha cambiado la cara en los últimos doce meses. Algunos rostros parece más relajados, otros más tristes y los hay que denotan un trabajo de cierta reflexión vital. Entre estos últimos podríamos contar al de Joana Serrat, a tenor de su expresión, sí, pero sobre todo a partir de su actitud y de sus palabras. Puede que, en algún rincón, haya un punto de resquemor y algo de desengaño, pero también brilla una parcela reservada al agradecimiento. Porque nos hemos dado de bruces con una realidad que habíamos teñido de fantasía. Por eso lo que vivimos en el Teatro Zorrilla tuvo mucho de una fábula que, durante hora y media, nos emocionó en un recinto preparado para acoger este rito en las mejores condiciones posibles.
Hacía pocos días que Serrat había anunciado nuevo single, “Pictures”, y título para un nuevo disco, “Hardcore From The Heart”, que llegará en junio. Habrá cambios y novedades, o eso nos insinuó la artista catalana, pero lo que sabemos que no ha variado es la solvencia tanto de Joana –qué voz y qué forma de manejarla– como de una banda que funciona como un reloj tanto al trote como cuando toca acelerar. Con The Great Canyoners desplegando su potencial sobre el escenario, a uno le faltan ojos para atender a la labor de todos.
Lógicamente, avanzaron algún tema en primicia, despejando dudas y al mismo tiempo, abriendo interrogantes. Hubo electricidad y dulzura que se fueron entrelazando a lo largo de un repertorio que, en lo suyo, muy pocos por estos lares pueden igualar. Canciones como "How To Make You Love Me" para abrir boca, "Lost Battles" o "Hotel Room 609", la neblina popular de "Cloudy Heart" o el final caótico y ruidoso de "Unnamed" con aplausos que resonaban con más fuerza y ahinco todavía que de costumbre. De alguna manera, como público hemos ganado en agradecimiento. Después, y a modo de premio, otras cinco tomas, dos de ellas con Joana a solas demostrando algo que ya sabemos; cuando ella sonríe el mundo es un lugar mejor.
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