Presentaba un excelente aspecto el teatro badalonés Margarida Xirgu para recibir a Jesse Malin y su banda, en lo que fue el punto de partida de la trigésima edición de este Festival tan especial que es el Blues & Ritmes. Platea repleta de expectante y heterogéneo público -después de haberse retirado convenientemente los asientos- y una excitación casi palpable en el ambiente, en parte por esas ganas de volver a la normalidad que todo lo dominan, pero sobre todo porque la ocasión lo merecía por sí misma. No en vano, desde que se distanció del punk-rock para abrazar una versión muy particular y viva de lo que llamamos americana, Jesse Malin viene sumando crédito tras crédito a su prestigio como artista en solitario, tanto desde la consistencia de sus discos en estudio, como a través del boca-oreja que se extiende como la pólvora tras cada uno de sus conciertos.
Arrancó el neoyorquino con “The Way We Used To Roll” y pudimos apreciar al instante que gozaríamos de una calidad de sonido exquisita y una banda sin fisuras. A partir de ahí, empezaron a fluir distintas sensaciones, propulsadas por un Malin que, por difícil que parezca, aglutina la pasión escénica de un Springsteen con la sensibilidad baladística de una Lucinda Williams, la pulsión rock de Tom Petty y el corazón punk de sus añorados D Generation. Todo ello, vehiculado con sus dotes de comunicador (lo sentimos por quienes no hablen inglés, porque algunas parrafadas fueron realmente largas) y un espectáculo muy dinámico e interactivo, que incluyó paseos del protagonista entre el público mientras cantaba –y animaba a cantar- estribillos tan pegadizos como el de “She Don’t Love Know”.
Mención aparte merecen las versiones, toda una declaración de intenciones y, a la vez, una demostración de por dónde le viene la inspiración a Malin, por si alguien no lo tenía claro todavía. Así, nos deleitó con “If I Should Fall From Grace With God” de The Pogues, “Rudie Can’t Fail” de The Clash, “Crawlin’ Back To You” de Tom Petty, “Do You Remember Rock ‘n’ Roll Radio?” de Ramones y, para cerrar el estirado bis final, una reivindicación del maestro Dylan, a través de su “You Ain’t Goin’ Nowehere". Así pues, gran ovación para despedirle, caras de satisfacción al abandonar el recinto y el convencimiento de que, muy probablemente, más de un incrédulo que hasta ahora se resistía a dejarse seducir totalmente por sus discos, a partir de la fecha se sumará sin reservas a los incondicionales de la causa Malin.
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