Iggy no se crea ni se destruye… se transforma
ConciertosIggy Pop

Iggy no se crea ni se destruye… se transforma

9 / 10
Sergio Iglesias — 26-07-2022
Fecha — 23 julio, 2022
Sala — Auditorio Kursaal
Fotografía — Jokin Fernández

Dos canciones, eso es lo que le duró la chaqueta puesta a Iggy Pop, justo el tiempo que tardó en calentar la iguana de Detroit tras la inquietante y, a la vez, maravillosa intro inicial a cargo de la maestra de las cuerdas que es Noveller, quien fue parte fundamental de la creación del último disco de Iggy, “Free”. Un trabajo con un concepto jazzy que, probablemente, es lo que ha servido como perfecta excusa a los organizadores del festival para traer al músico a un jazzaldi en el que, a priori y por estilo, podría no encajar. Pero bueno, estamos en el 2022 y, por suerte, ya hace mucho tiempo que hemos superado el tema de los prejuicios musicales y estilísticos… ¿O no?

Sea como fuere, la cuestión es que íbamos a ver a Iggy Pop en Donostia y, para mí por lo menos, eso era lo más importante. El denominado (entre otras muchas cosas) “padrino del punk”, llegaba al Kursaal con una banda formada por Leron Thomas (trompa), Sarah Lipstate “Noveller” (guitarra), Corey King (trombón), Florian Pellissier (teclados), Gregoire Fauque (guitarra), Sylvian Ruby (bajo) y Thibaur Brandalise (batería), que cumplieron a la perfección con su función de acompañantes de lujo, adaptando con maestría las canciones de siempre, bien de Iggy Pop o de los Stooges, a este peculiar formato, e interpretando a las mil maravillas las del mencionado “Free”.

Pero, si alguien tenía dudas de si la iguana iba a responder al reto mayúsculo de ponerse al frente de una banda de estas características, es que no tiene ni idea de quién es Iggy Pop, un artista que ha sobrevivido a todo lo que se le ha puesto por delante (incluyendo las modas de cada época) sin inmutarse, y saliendo siempre indemne. Así que, ¿por qué no iba a estar presente en un festival de jazz, defendiendo un repertorio de temas punk? Pues, como es fácil suponer, como siempre, el de Detroit, también salió vivito y coleando de esta, reivindicándose como uno de los más grandes (si no el más grande) frontman de la historia del rock. Y no sólo por la vitalidad que derrocha a sus 75 años, algo que no ha cambiado desde que empezara en esto, allá por finales de los 60, sino por su increíble magnetismo, su conexión con el público y, lo que es más importante, por la increíble voz que maneja todavía, y que probablemente, fue lo que más nos sorprendió a todas y todos los que pudimos disfrutar de esta versión de Iggy en 2022.

Está claro que, quien más y quien menos, albergaba un poso de duda sobre el estado del artista después de más de medio siglo dando guerra. Pero, como digo, todas las dudas se disiparon según le vimos aparecer sobre las tablas del Kursaal, para interpretar “Five foot one”, de “The idiot”, a la que siguieron dos magníficos temas de “Free”, como “Loves missing” y “Dirty Sanchez”, donde destaca la interacción con la banda en los coros. Tras esta breve concesión para el público más jazzero, suenan los alaridos que dan inicio a “TV eye”, el mítico tema de los Stooges que nos levantó de nuestros asientos para no volver a sentarnos el resto del concierto. Los vientos daban paso a una versión del inmortal “Lust for life”, a la que siguió la no menos imprescindible “The passenger”, con un público ya entregado totalmente, y satisfecho con la adaptación de los temas de siempre a este formato tan peculiar, dejando claro que el punk y el jazz no tienen por qué estar tan alejados.

“Death trip” de los Stooges, nos voló definitivamente La cabeza, justo antes de interpretar otra de las canciones de su último trabajo, en este caso “James Bond”, una de las mejores de “Free”, seguida de una reinterpretación muy funky de “Sister midnight”.

“Mass production”, en mi opinión, fue una de las cimas del concierto, por la conexión entre banda y cantante, y por hacer aún más grande un tema que ya era enorme cuando se publicó en 1977, como cierre de “The idiot”, uno de los mejores discos de Iggy Pop en solitario. En esta ocasión, los sintetizadores y la particular trompeta distorsionada de Leron Thomas creaban un muro de sonido brutal, entre la electrónica y el rock industrial, con un final apoteósico.

Tras este derroche de energía, y tras el brevísimo interludio de “Free”, llegábamos a la hora de concierto con “Gimme danger”, donde ya ni nos sorprendían los vientos finales, porque la banda había conseguido que todos estos temas míticos no sonaran ajenos a la instrumentación de la banda actual de Iggy Pop. Es más, creo que cada uno de ellos ganan en empaque y presencia en este nuevo formato, y muestra de ello fue la reinterpretación del “I´m sick of you”, otro de los mejores momentos del bolo, mezclándose el reposo de la parte inicial de la canción con el salvajismo de un Iggy que, tras una vida dándolo todo, y aunque ya no pueda moverse igual que antes ni se atreva a tirarse del escenario, no ha perdido un ápice de su voracidad encima de las tablas, ya que no paró de moverse ni de interactuar con su público ni un solo segundo a lo largo de la hora y media larga que duró el concierto. Sustito incluido cuando se cayó (o se tiró) sobre las pedaleras de las guitarras en el momento álgido del tema, magullándose la nariz. Una nueva e insignificante herida de guerra. Y ya van….

“I wanna be your dog” sonó brutal en una interpretación en la que destacó el solo de la guitarrista Sarah Lipstate, y con la que consiguió uno de esos momentos de éxtasis colectivo que sólo proporcionan la música y clásicos como éste, con el que Iggy se despedía por primera vez. Pero enseguida volvió a entrar la banda para, tras otra breve incursión en su último trabajo con “Page”, enloquecernos con las tres últimas: “Down on the Street” (con sus característicos saltos, onomatopeyas, movimientos espasmódicos… todo en su sitio), que enlazó con “Fun house”, justo antes de despedirse definitivamente con “Search and destroy”, inmejorable forma de terminar un bolo en el que, una vez más, volvimos a constatar la increíble capacidad de adaptación de un artista único e irrepetible. Pero si algo nos queda claro después de este bolo es que, el día que el mundo se vaya a la mierda, tan sólo sobrevivirán algún tipo de insecto, las ratas… y el puto Iggy Pop, una de las cosas más grandes que nos ha dado el rock.

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