Domingo gris y tristón al mediodía en el que la música del nacido alemán Javier Corcobado ahora residente cerca de Gernika, prometía ser la banda sonora perfecta, acompañada de un marianito o un vino blanco. Y el crooner pasional, personal y experimentador estuvo a la altura de las circunstancias. Comenzó el set saludando a la primera fila dando la mano uno a uno creando un aire de cercanía en el ambiente.
Repaso su último disco el destacable, “Mujer y Victoria” del que destacaron “Niña preciosita” o “Sin Corazón no hay nada” ante un público mitad entregado mitad parlanchín a quien callo con elegancia para ejecutar “Canción del Puerto” que dedicó a los calvos e hizo chistes sobre mejunjes e implantes de un pelo muy gordo, vislumbrando a unos futuros calvos unicornios. En el set que duró dos horas largas Javier tuvo tiempo de subirse a la valla, pasear, susurrar y seducir elegantemente a la audiencia, presentó a la banda, que contaba con dos guitarras acústicas, batería y un trombonista que no paraba de bailar y disfrutar de los temas. Rasco un plato para ruidear una versión de “Strangers in the night” de Sinatra . Y llevó al público a la catarsis con “Te estoy queriendo tanto” y la bombástica “Caballitos de Anís” en la que bajó a hacer pogo con toda la sala. En la recta final cayo una destacable “La Boheme” de Aznavour y sonrisas y aplausos más que merecidos para una banda engrasada y que manejaba las dinámicas del tango , las rancheras o la canción francesa como nadie.
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