Consagración definitiva
ConciertosIzaro

Consagración definitiva

8 / 10
Urko Ansa — 09-05-2022
Fecha — 07 mayo, 2022
Sala — Velódromo Anoeta / Donostia - San Sebastian
Fotografía — Iñaki Peñalba

Resulta demasiado evidente, después de lo vivido el sábado pasado, caer en valoraciones triunfalistas y dejarse arrastrar por conceptos maximalistas y concluyentes; pero es que lo de Izaro en el Velódromo fue un triunfo sin paliativos y la consagración definitiva de una artista que en pocos años (y con el parón de la pandemia condicionando su ascensión) no ha recorrido otro camino que el ascenso constante y, ya con el disco “Limones de oro” publicado (2020) una progresión geométrica imparable, solo refrendada con el sold out de todo un Velódromo que volvió a reverdecer sus glorias pasadas.

Las largas colas que abrazaban el círculo del estadio de fútbol Reale Arena vaticinaban algo realmente grande. Cuando habíamos llegado a la hora oficial del comienzo del concierto (22:00) aún seguía el reguero de aficionados ansiosos por entrar y posicionarse en un recinto legendario que antaño vivió algunos de los conciertos más miticos de Euskal Herria. Se apagan las luces con media hora de retraso hasta que por fin saltan los cinco músicos a las tablas: El imprescindible Iker Lauroba a la guitarra, Garazi Esnaola aportando teclados y mucha magia, Julen Barandiaran (bajo), David Gorospe a la batería y la protagonista Izaro Andrés (Mallabia, 1993). La elegida para abrir el recital de dos horas y veinte temas fue la deliciosa “Er(h)ori” del mejor disco suyo hasta la fecha: “Eason” (2018).

Por desgracia, solo caerían dos más de aquella maravilla de disco, pero poco importó en un repertorio plagado de éxitos basado en las tres novedades de este año y la casi total representación de su disco “Limones en invierno”, del cual dejaron fuera, con buen criterio, la soporífera “Patinar sobre hielo”. Una puesta en escena sobria presagiaba, sin embargo, un show grandioso, donde todo estaría calculado hasta el más mínimo detalle. En “Hainbeste” observamos lo expansiva que puede llegar a ser la voz de Izaro, y nos impresionó a quienes hasta ahora solo la habíamos visto en salas. “Errefuxiatuarena” (en el recuerdo queda aquel dúo que hizo con Mikel Urdangarin) y la introspectiva “Ihintza” (donde Izaro tocó el teclado) refrendaron el póker de ases con cuatro canciones en euskara que gradualmente cederían ante los temas en castellano.

Con la novedad “Ventanas cerradas” saltó el primer invitado, Pedro Pastor, en un dueto de lo más exitoso donde la pareja inauguró la pasarela central para deleite de los fans. En esta canción, en la que Iker tocó la mandolina y Garazi la guitarra, empezaron los primeros botes por parte del público. Seguidamente Izaro presentó “Eskaleok”, una canción que al parecer han tocado una sola vez (y fue en México), y la interpretó en la pasarela central junto a Iker. La estupenda “Koilarak”, que abría su LP debut “Om” (2016) y que interpretó ella sola, nos recordó aquellos inicios que, objetivamente, no están tan lejos pero nos retrotraen a una época que presumiblemente nunca volverá. La reciente “Un poquito más” nos trajo un baño de realidad, la de los nuevos temas visiblemente orientados a las listas de éxito.

Si cogemos el sesenta por ciento del repertorio de anoche, que se conformó con nada menos que doce temas editados estos dos últimos años, veremos que no hay mucho que rascar en sus letras, por momentos demasiado insulsas e insustanciales. Tampoco es que engañe a nadie, ni pretende trasladar un mensaje a la sociedad más allá de algunas generalidades. Nada de esto supone un problema para el seguidor de Izaro, que se deleita con el envolvente sonido de sus grandes temas. Y es que el eclecticismo de la Mallabiarra sorprende y atrapa a partes iguales. La preciosa “Argia” tuvo como invitados a Amaral, que fueron recibidos con los versos de “Marta, Sebas, Guille y los demás” de un público emocionado. Tremendas fueron las partes vocales de Eva e Izaro, con una Eva que nos dejó maravillados con su sentimiento. Una colaboración de lujo.

El primer cambio de vestuario de Izaro precedió a “You”, única canción interpretada en inglés en este bolo y que fue a la vez de lo más sugerente y moderno. “Libre”, cantada junto a Cris de Belako, convirtió el recinto en una fiesta en un tema absolutamente maravilloso. Cris cumplía años al día siguiente, así que no pudo evitar que le cantaran “Zorionak zuri”. Tras los gritos de “gora borroka feminista” por parte del público, Izaro empuñó la guitarra en un “Astelehenak” íntimo y evocador donde destacó el precioso solo de Iker y el duelo guitarrero que protagonizó con la cantante, para dejar paso a otra de las nuevas: nada menos que “Grace”, con un Gartxot Unsain que deplegó su delicada voz con gran estilo.

Uno de los momentos cumbre de la velada fue la impresionante “Delirios”. Si la preciosa melodía esconde al final una deliciosa sorpresa, mayor fue la que nos llevamos cuando, en esa parte final, Izaro voló en una especie de columpio y siguió moviéndose en una altura considerable sin parar de cantar. Mágicos momentos que enardecieron al público. “Oso blanco” convirtió el Velódromo en una pista de baile en una fase del concierto que iba a por todas. Todas las canciones merecen una segunda oportunidad, y esta nos pareció perfecta para el directo.

Izaro nos habló de Eñaut Elorrieta, cuya voz “ha sido la banda sonora original de mi vida”, para presentar nada menos que “Paris”. Cuando subió Eñaut los aplausos y ovaciones se hicieron sentir en todo el recinto. Con este tema el Velódromo se alumbró de miles de teléfonos móviles moviéndose al ritmo de la música, y la pista se convirtió en una discoteca. Realmente impresionante. “Aquí” daba continuidad a la potente batería de temas de “Limones en invierno” y que tanto han gustado a grandes sectores de fans.

Con “Invierno a la vista” llegó otro de los puntos cumbre con nada menos que Xoel López haciendo dúo con nuestra protagonista, igual que en el disco, aunque fuera la primera vez que la cantaban juntos. “Mi canción para Elisa” no contó esta noche con la colaboración de Rozalén, pero no hizo falta, ya que el público la llevó en volandas. Dedicó el tema a su abuela y ella mismo tocó un instrumento de percusión simple y potente; después llegó su baile y una cerrada ovación. Por fin, “La felicidad” sufrió un brusco pero ciertamente oportuno cambio a cargo de los músicos cubanos que habían subido al escenario tras la presentación de los miembros del grupo principal, convirtiendo otra vez el Velódromo en una fiesta de sana y reconfortante euforia.

Nos contó como algunos de estos músicos tocaban hace unos 20 años cada jueves en un bar de Donostia, pero que lo hacían sin batería, ya que, según se decía, no existía aquí ningún músico capaz de tocar este tipo de música. Hasta que corrió el rumor de que en Zarautz había un chaval de 12 años, un niño prodigio que sí que se podía enfrentar a los ritmos cubanos y latinos: aquel chaval no era otro que David Gorospe, que a partir de entonces tocó los jueves hasta la una de la madrugada. Buen rodaje para quien se convirtió, hace años ya (actualmente tiene 32 años), en uno de los mejores baterías de nuestra escena.

No hubo bises, pero sí un baile final en la pasarela con todos los músicos y que tuvo un efecto tremendo en la audiencia. Nadie se quería ir, pero habían llegado a las dos horas y no salieron ya más. En definitiva, un gran show donde todo estuvo medido hasta el milímetro, con cambios de vestuario por parte de la protagonista, unos músicos enfundados en un buzo arco iris derrochando profesionalidad y la consagración definitiva de una artista que, llegados a este punto, podría estar a punto de dar una nueva vuelta de tuerca.

Iker Lauroba transmitió seguridad al conjunto, y fue una delicia en los pocos momentos que pudo desplegar sus solos de guitarra; de David Gorospe ya hemos hablado, es un todoterreno; Julen Barandiaran fue un importantísimo pilar para el sonido global con sus cuatro mágicas cuerdas, y Garazi Esnaola estuvo exultante, desplegando sus envolventes teclados y disfrutando cada segundo del show. Con este conjunto de profesionales, Izaro no necesita ninguna colaboración externa: simplemente se bastan y se sobran para acometer cualquier tipo de recinto, sea una sala, un pabellón o lo que les pongan por delante.

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