La nueva cita propuesta por el excelente ciclo Izar & Star se presentaba llena de alicientes. Por un lado, la figura del poeta y compositor Joxean Artze. Un torrente creativo multidisciplinar cuya inmensa obra y profunda influencia en la escena local probablemente aún no hemos terminado de valorar y calibrar en su justa medida. Por otro lado, el homenaje de cuatro propuestas musicales que han bebido y beben constantemente de su fuente de inspiración para dar cuerpo a su discurso. Lecturas diversas, personales y excepcionales todas ellas. En respuesta, Dabadaba presentó un lleno casi completo con un excelente ambiente de respeto y de comunión con los artistas.
IbonRG fue el primero en subirse al escenario, acompañado en esta ocasión por la txalaparta y las aportaciones electrónicas de Enrike Hurtado. Su actuación discurrió por terrenos similares a los del recien estrenado "Hil Zara", y en esa exploración del espectro sonoro de su propia voz. En este caso el acompañamiento de piano, txalaparta y los diversos loops electrónicos ampliaron la sensación de diálogo sonoro entre instrumentos. Y es que la voz de Ibon en este contexto es un instrumento más , capaz de desplegar texturas e incluso ritmos percusivos que se confunden y combinan con el resto para crear un todo realmente cautivador. Suya fue quizá la aportación más lírica, más próxima a la poética de Joxean, y más emótiva de la noche.
Le siguió Beñat Achiary, quien, a falta de Joseba Irazoki por otros compromisos, desarrolló buena parte de su set a cappella, con esa deslumbrante potencia y amplitud de registro vocal a la que nos tiene acostumbrados, echando mano en algunos momentos de un tambor de herencia Sioux para guiarnos en el trance chamánico que invocan sus actuaciones. El público cayó rendido y suyos fueron algunos de los mayores aplausos de la noche. Merecidísimos sin duda, aunque quizá buscando cierta comodidad al presentarse solo, me atrevería a decir que en algunos momentos se apoyó en algunos toques un poco efectistas, excesivamente medidos y faltos de la visceralidad de otras ocasiones.
Si Ibon fue el poeta y Beñat el chamán, Amorante fue el mestizo, desinhibido, festivo y dispuesto a revitalizar y mezclar el legado de Joxean con todo lo que se le pone por delante. Cada vez más cercano al terreno del hip-hop de sus admirados Frank Ocean o Kanye West, armado de su cacharrería habitual, de sus loops juguetones, su trompeta siempre deliciosa y el descaro de su autotune al límite, llenó de calor y color la velada y nos regaló una versión ultradistorsionada de “Txoria Txori” que debería grabar ipso-facto.
Para cerrar, la actuación que, en el fondo, todos esperábamos con mayor ansiedad y la manifestación probablemente más intimamente ligada al universo estético, ideológico y también performativo de Joxean Artze. Por supuesto, me refiero a Akauzazte. Reducidos en esta ocasión a trío de percusión/bajo/teclado, y con las caras pintadas con motivos tribales, ofrecieron un set reducido también en duración , pero más que suficiente para construir ese andamiaje industrial de bellísima herrumbre que les caracteriza y producir espirales sonoras de ecos y reverberaciones infinitas. Broche perfecto para completar el homenaje y recordar eternamente a Joxean Artze.
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