Interpol + Blonde Redhead

No cabe duda de que, vista la respuesta de las primeras (pongamos) quince o veinte filas, Blonde Redhead han dado un paso adelante con respecto al tiempo en el que únicamente reunían a unas ochenta personas. Aunque hormonalmente algunos pensasen que la culpable es Kazu Makino, lo cierto es que la culpa de todo la tiene el cambio de rumbo marcado por “23”. Lo que no esperaba es que, después de su apocado directo en el Primavera Club, pudieran volver a hacernos contener el aliento en momentos concretos de su actuación. No ocurrió lo contrario con Interpol. Me explico. Los neoyorquinos suenan compactos, muy compactos diría, se manejan mejor en el escenario que antaño (Daniel Kessler parece ir por libre en su papel de estrella del rock, mientras sus compañeros continúan apostando por su presencia rígida, pero distinguida) y cuentan ya con una batería de hits que lo son y que, además, funcionan en directo. No importa que suenen al ralentí (“Rest My Chemistry”), que las deudas sean evidentes (“NYC”) o que sean las voces de los fans coreando “Slow Hands” las que tomen el protagonismo. Eso no hay quien se lo discuta. Pero en su contra juega una cierta falta de intensidad con la que su música ganaría varios enteros. Eso, y que las directrices de su propuesta se muestran algo estrechas cuando suenan durante una hora y media de actuación. Los escasos apuntes de huida de sus propios esquemas no parecen demasiado logrados hasta el momento. Aunque, resumiendo, si a ustedes les interesa saber qué tal estuvo el concierto de Interpol en Barcelona. Pues bien, la verdad.