Las connotaciones del adjetivo “perfecto” pueden ser muchas y variadas. El concierto que presenciamos el pasado 25 de abril en La Riviera fue, efectivamente, impecable. Pero tanto como insípido. Tan intachable como la increíble colección de temas que ha juntado la banda en sus dos primeros discos, pero tan estéril y anodino como su propia limitación estilística. Ante una sala abarrotada y tras la actuación de los jugosos Spoon (su quinto disco “Gimme Fiction” merece mención –y reverencia- aparte), Paul Banks -en directo queda patente la enorme distancia que le separa en actitud y carisma de Ian Curtis- y su banda se ganaron fácilmente a un público trufado de jovenzuelas ardientes e ilusionadas por poder bailar al lado de su primer novio y fashion victims que elegían el acontecimiento para estrenar sus modelos retro de Vans o las nuevas Birkenstock de temporada. Así, entre modelitos y achuchones, se fueron desgranando los hits de los neoyorquinos, que sonaban como música de fondo a la fiesta juvenil de primavera que se desarrollaba de forma paralela en la sala. Previsible eclosión festiva con “PDA”, “Untitled”, “Evil” y “C´Mere” y fin de fiesta de lo más cool con “Roland”. No hay nada como estar de moda.
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