Aureola especial

Las visitas de I Am Dive a la ya desaparecida Sala Berlin de Zamora siempre dejaron, a su paso, un público convencido ante las peculiaridades del grupo sobre el escenario. Por eso sorprendió que sólo veinte aficionados desafiasen la intempestiva noche del jueves, para acudir a uno de esos reencuentros que siempre apetecen y tienden a resultar de lo más satisfactorios. Una respuesta, en definitiva, mucho más tibia de lo que la dupla sin duda merecía, tanto por calidad como por una personalidad creativa que Esteban Ruiz y José A. Pérez probaron (de nuevo) a lo largo de ochenta minutos.

Los sevillanos regresaban a la ciudad con la excusa de presentar las canciones incluidas en "Kriegszeit"(WeAreWolves, 19), segundo EP de lo que será una serie de tres, y certificaron profesionalidad al ejecutar el concierto con sentimiento impermeable al escaso aforo completado. La formación volvió a desplegar con sinceridad su mezcla de dream-pop, y electrónica, todo con esa apariencia nostálgica que tan bien trabajan y un trasfondo disimulado de post-punk. Temas recientes (“Note To Self”, “Labyrinth”, “Feral”, “The Fog) y recuperaciones del repertorio pasado (“Wolves”, “Not Friends” o “The Lower You Fall”) evidenciaron el hábil manejo los tiempos por parte de sus autores, mientras capas de sonidos resultan amontonadas a su antojo. La consecuencia directa es la creación de personalísimas atmósferas con las que tienden a envolver al oyente, en lo que resulta ser un bonito aunque inquietante paseo por las propias preferencias artísticas de los andaluces.

Todo desarrollado con elegancia y cuidado, después de aprovechar en beneficio propio las posibilidades de la tecnología, con mayoría de loops, teclados, ordenadores, efectos varios y sintetizadores, pero sin renunciar a las guitarras y los pedales, en una serie de factores a los que añadir la valiosa voz del ex The Baltic Sea Esteban Ruiz. I Am Dive es una de esas bandas nacionales dotadas con aureola especial y claramente diferenciable, capaz de plasmar en directo los trazos que juntos conforman ese universo propio que les hace tan valiosos. Y sobre todo al amparo de una pequeña y acogedora sala de conciertos, en donde el intimismo juega un papel fundamental a la hora de asimilar diferentes tipos de emociones.