Faltaba una hora para que los focos del escenario se encendieran y la cola de acceso para el concierto de Hurts daba vértigo de sólo verla. La viciada expectación por oír cómo sonaría en directo ese pastiche de baladones melodramáticos con las justas dosis de synth-pop bailable que representa “Happiness” tenía la culpa. Hasta que de la tenebrosa oscuridad no surgieron las figuras de Theo Hutchcraft y Adam Anderson impolutamente uniformados con sus trajes hechos a medida y el pelo engominado a lo Chuck Bass (lo que viene a ser una reformulación contemporánea del dandy de toda la vida con sospechosos ramalazos a la obra de Pierre & Gilles) uno tenía ciertas dudas de cómo se las gastarían sobre las tablas. ¿Recurrirían a los sonidos enlatados? ¿Alguna bailarina se marcaría un cou-de-pied como telón de fondo de nuestros protagonistas? Pues ni una cosa ni la otra. Acompañados por otros dos músicos (sintetizadores y batería) y un corista que emuló las andanzas de Ariadna de Los Punsetes (impasible en todo momento hasta que demostró que se quedó a las puertas de formar filas en Il Divo durante “The Water”), Hurts ofrecieron un show que supo a aperitivo (cincuenta minutos de reloj), pero que los posiciona dignamente a las puertas del dramatismo para las masas. La voz de Hutchcraft sonó perfecta, sus compinches realizaron la labor que tocaba (electrificando los últimos minutos “Evelyn”) y sin necesidad de atrezzos (únicamente unas rosas blancas que las fans más enloquecidas suspiraban tener en su poder) los de Manchester repasaron su debut correctamente aún transmitiendo nula emoción. Se les puede achacar esa reducción de revoluciones propia de un aspirante a “Pop Idol” que forma el grueso de su repertorio (no se dejaron en el tintero, incluso, su cover del “Confide In Me” de la mayor de las Minogue) o el hecho de que quemen un éxito asegurado como “Wonderful Life” demasiado pronto. Aunque con un cierre como el de “Better Than Love” nadie puede quedarse desilusionado ante una de las bandas que, queramos o no, están predestinadas a que les oigamos hasta en la sopa.
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