No nos engañemos: lo de Howe Gelb & A Band Of Gypsies no es exactamente fusión, sino más bien una suma de sensibilidades o, mejor aún, de talentos. En su puesta en escena, como en el disco, reinan las guitarras, aparece la percusión y hay dejes flamencos; incluso Raimundo Amador se despide con un zapateado al son de las palmas gitanas. Pero no hay esa colisión que conocemos de los discos de Smash, Morente y Lagartija Nick, Los Planetas y hasta los propios Pata Negra. No hay voluntad de ruptura, y no la hay porque sus realidades, los dos sures de “Alegrías”, discurren de forma paralela hasta converger de manera absolutamente natural. No es, ni mucho menos, uno de esos experimentos, más o menos afortunados, del músico de Tucson, aunque por sus canciones se paseen a veces esos sonidos de juguete tan habituales en sus directos, casi recreando videojuegos de la prehistoria mientras Raimundo Amador hace de las suyas. ¿Es esto el flamenco-americana? Vaya usted a saber, aunque lo que es seguro es que algo así hubiese sido imposible sin el concurso de Howe Gelb, cuya voz mece los temas con esa cadencia inconfundible, encontrando una profundidad distinta sobre las guitarras de esa Band Of Gypsies en la que también está presente Fernando Vacas (Flow), el principal artífice del feliz invento.
Es música fronteriza porque siempre lo ha sido, lo mismo ahora que cuando se acercó al góspel en “Sno angel like you”, con un sello propio que hace que los aires flamencos se acomoden sin mayor problema al polvoriento sonido del también líder de Giant Sand. Así ocurre en “4 door maverick”, “Uneven light of day” o (“There were) Always horses coming”; también en “The ballad of Lole y Manuel”, resuelta de forma intensa y con unos coros que conceden al tema una agilidad trotona. También hay blues, por supuesto, de la mano de un certero Raimundo Amador, y sobre todo domina una complicidad que se transmite con facilidad (la versión del “Should I stay or should I go” de los Clash, crossover del crossover), con bromas públicas y otras privadas, con sombreros y palmas, con percusiones y guitarras y con un Howe Gelb que se retira prudentemente en dos ocasiones para ceder el protagonismo a sus compañeros de aventura, primero cuando hacen “El lago”, de Triana, y más tarde con “Camarón”, una de esas canciones permanentemente jóvenes de Pata Negra, en ambos casos con la voz de Lin Cortés, rematando un concierto único por sus protagonistas y también por el resultado, más allá de mestizajes y de cualquier otra tentación de etiquetar lo visto. Un gustazo.
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