Exitosa y abarrotada
ConciertosHirian

Exitosa y abarrotada

7 / 10
Mikel Izarra / Iñigo Basaguren-Duarte — 30-05-2022
Empresa — Last Tour
Fecha — 28 mayo, 2022
Sala — Diversos escenarios / Santutxu

Aunque la vuelta a la música en directo vaya a diferentes velocidades según oferta, situación geográfica, escena o edades del publico, la normalidad es ya toda una realidad. Sin medidas y con una oferta desorbitada, la melomanía local está volviendo a coger la costumbre de acercarse a ver conciertos. Sobre todo si el tiempo acompaña y el evento en cuestión es gratuito. Así y después de una elipsis de dos años, llega el primaveral festival gratuito de Last Tour que anuncia la llegada del Bilbao BBK Live: Hirian, que este año se celebraba en Santutxu. La asistencia fue masiva, aún mas comparándolo con toda la oferta cultural que había programada para este fin de semana en Euskal Herria.

El público que inauguró el escenario de Cocherito esperaba abarrotado en el atractivo escenario. Atractivo por ser, a esas horas del mediodía, el único con sombra y por el elenco que iba a actuar en esta jornada maratoniana de conciertos previos al festival Bilbao BBK Live. El publico más interesado, encajonado en la parte de adelante para entender bien el escaso y difuminado sonido (lógico por otra parte para una zona tan diáfana) a Samantha Hudson: performer, artista, mocatriz queer exitosa. El ímpetu de las primeras y mas jóvenes filas daba paso a la curiosidad de las mas veteranas repartidas alrededor del escenario. Salió acompañado de dos bailarines a juego con ella en indumentaria rosa chicle y con toda la artillería: empezó con su primer hit/himno/trabajo de clase “Soy maricón y me gusta Jesucristo” poniendo a toda la plaza a cantar. El show se disipó un poco dada la alta cantidad de monólogos que no acababan de llegar bien a todo el murmurante público, pero también hubo momentos de euforia colectiva.

El escenario de plaza Karmelo arrancaba poco a poco bajo el sol y acompañado de ambiente familiar, marianitos y las pruebatocas (prueba de sonido antes del concierto) irremediables en este formato de festival. Congregando al publico y calentando con un canto tribal desenchufado desde fuera del público empezaron el dúo Za! con el proyecto de la Transmegacobla. Junto al dúo Tarta Relena y las trompetas y demás instrumentos de viento de la Megacobla, consiguieron despertar las neuronas de los rezagados y hacer las delicias de los amantes locales de la música experimental. Electronica, rock, sonidos balcánicos, cantos folclóricos, poliritmias… todo tiene cabida en este show que empezó a mover los esqueletos de los que conseguían descifrar la rítmica esquiva y maniquea que imponían los músicos. Sin duda, uno de los platos fuertes del día que actuó después de The Limboos y Kokoshka en este escenario.

Poco le faltaba a la sombra para cubrir por completo la plaza, asi que claro, el de Potato fue un concierto mucho mas multitudinario, aunque este escenario fue el menos intergeneracional, siendo la media de edad la mas alta. Ademas el sonido empezó a portarse mejor, quizás por la veteranía de los músicos o porque el empaque de la plaza lo hacia sonar mejor. Uniformados todos con camisetas de promoción de la banda, Potato dieron un solido recital de ska y reggae para bailar y disfrutar en un primaveral día como el del sábado. La banda, aún al sol, dio absolutamente todo tanto con hits imperecederos de su repertorio clásico como con algunos cortes nuevos que funcionaron muy bien. Coreos populares, humo y aprovisionamiento de medio día para aguantar lo que se venia por la tarde.

Bocadillo en ristre y buscando la sombra para almorzar del escenario Cocherito, comprobamos el retraso que llevaba la regiduría del escenario: casi una hora. Cualquier imprevisto puede alterar el funcionamiento de los horarios en un line-up tan apretado. Pese a ello, el proyecto Çantamarta demostró su frescura y puso a bailar a base de ritmos caribeños a los que no habían huido al escenario Zumalakarregi; “el del trap”, que se veía rebosante y destroyer, con bajos que se escuchaban desde la lejanía. Samuraï se subió al escenario Cocherito habiendo probado no mucho más que si sonaban los instrumentos. Acompañada por clásicos de la escena madrileña y ataviada con estética emo noventera, camiseta de Sid Vicious incluida, la cantante Aroa desprendió profesionalidad y desparpajo en un repertorio de rock noventero con tintes de electrónica y demasiadas secuencias disparadas en forma de sintes, coros y algún ritmo pseudo-PC Music. El joven público de misma idolatría hacia décadas pasadas coreó el repertorio, y otro (poco) más mayor esperaba con ansias el contraste de La Élite.

La zona de Basoa presentaba un line-up más que interesante, pero había dudas -fundadas- sobre si serían capaces de trasladar la atmósfera de la zona boscosa de Kobetamendi a Santutxu, si la magia que se crea en el espacio natural dedicado a la electrónica en el Bilbao BBK Live iba a surgir entre el asfalto y el hormigón de una las que fuera la zona con más densidad demográfica de Europa. El primero en abrir fue Tronis, nombre de sobra conocido en la noche bilbaína y al que estamos acostumbrados a disfrutar entre sudor y oscuridad. Su propuesta encajaba bien para comenzar la tarde y, aunque el sonido no le acompañó, supo conectar con la gente. Le siguió Rocio, la mitad de Chica Gang. En este proyecto personal la madrileña bucea en otros sonidos que nos acercan a sitios conocidos y, quizás, olvidados de nuestra geografía como Jazberri o NON. Su sesión fue de una intensidad bestial dejando a todo el mundo boquiabierto y con ganas de más. Se lo puso difícil a Gazzi, el encargado de cerrar en esta zona.

Tenía muchas ganas de ver a Borrokan, ya que en mi mente está muy difuminada la última vez que pude disfrutar de su directo. Llevan varios conciertos tras un prolongado letargo y esta era una buena oportunidad. No pudo empezar peor la tarde para ellos, y para quienes habíamos ido a verlos, ya que un problema técnico provoco un retraso en de casi una hora. La impaciencia del público desapareció en cuanto sonaron los primeros acordes. Empezaron algo templados con sonidos cercanos al Math Rock. Según avanzaba el set-list el postcore se fue haciendo lugar. El concierto funcionaba en tanto que surgía la complicidad entre ellos y se iban desengrasando, lo que hizo que a ratos se hiciera árido y denso, dejando un regusto agridulce.

En el escenario de Cocherito saltó a media arte Hofe, la última promesa de la cantera de Iruña, acompañado de 4:40. Aunque el navarro tenía ganada a la parroquia antes de empezar, se dejó todo en el escenario y ofreció un buen concierto donde repasó los temas de su último trabajo y algunos anteriores. En mitad del concierto subieron al escenario sus primos de Chill Mafia para cantar “Barkhatu”, tema en el que colabora el propio Hofe. Al final del bolo se le vio más que satisfecho con su labor y muy agradecido con el apoyo -justificado- que tenía debajo del escenario.

La actuación de La Elite ofreció lo que prometía: diversión y hermandad. Su synth-punk no aporta apenas novedad, pero cumple con creces. La agresividad de la voz, los ritmos bailables y los estribillos coreables eran los ingredientes necesarios para montar una buena fiesta y conseguir la comunión con la gente. Nihilismo, hedonismo y mala hostia. Cayeron varias versiones, entre ellas UK Subs y Paralisis Permanente.

Antes de que acabara La Elite cambiamos de escenario para poder ver a Albany, cuya actuación habían trasladado para poder cuadrar horarios. Había mucha expectación por mi parte, ya que no se prodiga mucho en directo. Sus anteriores trabajos navegaban en el trap melancólico, pero su nuevo disco está completamente impregnado de ritmos hyperpop, o de la expresión que el hyperpop está teniendo por estos lares, tal y como explicaron muy bien en el anteúltimo podcast de Autotune o Barbarie. Albany es una artista con gran proyección: tiene muy buena voz, buenas melodía y buenas letras. Tal vez le falte pegar el salto, que no tengo muy claro porque aún no ha ocurrido. El concierto de Hirian podía ser una buena oportunidad para reivindicarse, pero el sonido no le acompañó. Sin fuerza, apenas pasaba de las primeras filas y así fue difícil de disfrutar del concierto, aunque gran parte del público no paró de cantar junto a ella.

Para terminar, vuelta al escenario de Karmelo para echar un ojo al bolo de Aviador Dro. Y menos mal que no lo dejamos pasar. Los obreros especializados de Servando Carballar suenan tan actuales como nunca. Una autentica reivindicación de la música electrónica que viajo del synth punk o la electrónica mas primitiva hasta el techno mas bailable o el industrial mas abrasivo. Banderas, monos de obra y coreografías robóticas en un cierre por todo lo alto de una jornada extenuante y agradecida.

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