Ni siquiera habían grabado “Héroe de Leyenda” cuando en la zaragozana Estación del Silencio conocí a unos tales Héroes del Silencio. Cuando Andreu soñaba “yo lo que quiero es tener algún día un fan tan fan mío, como lo soy yo de Larry Mullen” nunca hubiera imaginado que legiones de ellos los harían tan enormes. Ayer volvieron a casa, triunfadores. Las Américas volvieron a estar en sus manos y las caras de los Héroes reflejaban sobredosis de cariño recibido durante su gira por ultramar. La lluvia se portó y nos dejó tranquilos durante el show. El impresionante escenario comenzó a apagarse mientras sonaba “Song To The Siren”, inseparable obertura de la banda durante sus últimos años de vida. Tras las pantallas dos sombras, la de Bunbury y la de Juan Valdivia comienzan a interpretar “El estanque” y miles de sonrisas explotan en un alarido. Héroes del Silencio han vuelto a casa, y distintas generaciones de seguidores vamos a hacer que se sientan bien contentos. Ni el frío ni unas agotadoras Fiestas del Pilar evitaron que “Mar adentro”, “La carta”, la impresionante “Sirena varada” o “La herida” fueran coreadas hasta el total deterioro de miles de cuerdas vocales. Bunbury, Cardiel, Andreu, Juan Valdivia y su hermano Gonzalo en sustitución de Alan Boguslawski a la guitarra sonreían. No faltó el homenaje a Más Birras y al desaparecido Mauricio Aznar, momento en el que Bunbury aprovechó para pedir a los programadores de las radios que apostaran por el rock and roll. Se mostraron agradecidos, con un Bunbury corriendo y arrodillándose por la pasarela y sobre el segundo escenario instalado al final de ella. “Héroe de leyenda”, “Con nombre de guerra”, “No más lágrimas” y “Nuestros nombres” conseguían que nadie se percatara de lo que pueden pesar tantos años sin engrasar la maquinaria de Héroes. Lo estaban dando todo, y eso es lo que importaba. “Entre dos tierras”, “Maldito duende” o “Iberia sumergida” continuaban metiendo el dedo en las miles de llagas de quienes aun se duelen por la separación de la banda años atrás. Impresionante momento el de “Avalancha” cuando Bunbury preguntó si no estábamos ya satisfechos. Los aragoneses volverían a aparecer sobre un escenario que escupía fuego y papeles plateados. El delirio continuó con “Oración”, “Tumbas de sal” o “Malas intenciones” hasta que unos Héroes del Silencio agradecidos por semejante bienvenida pusieron punto final a su primera cita española en medio de un espectáculo pirotécnico que iluminó toda la ciudad que les vio nacer.
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