El secreto mejor guardado de la música independiente de este país (de la de verdad, de los que se autoeditan y tienen fanzines) se subía al escenario de La [2] con casi dos horas de retraso. Sobre las tablas una pequeña batería, casi de juguete, con una pandereta sustituyendo a los platos, a la que se sienta Alfonso Melero flanqueado por las hermanas Damunt. Lo primero que se me viene a la cabeza al verlas tocar es en Vainica Doble, pensamiento absurdo donde los haya porque musicalmente no tienen nada que ver. Al avanzar la noche me doy cuenta de que es una cuestión de actitud lo que las emparienta porque, como ellas, las de Murcia no parecen lo que son y esto les confiere una autenticidad inusitada en los tiempos que corren. Mabel, la bajista, toca con una sonrisa dulce permanente mientras Lidia, voz y guitarra, es la que rompe cuerdas y se desgañita. Lo suyo es un rock primigenio que las acerca a veces a Bo Diddley, otras al surf de Mermen o Dick Dale y a ese movimiento de chicas enfadadas y violentas que abanderaron Bikini Hill, Huggy Bear o Bratmobile hace una década. Repasan casi al completo su álbum “Gran sur” (“Hay una fiesta”, “Mis lágrimas”, “Zapatos cha-cha-cha”) y cae algún tema de su nuevo disco con Incrucificables (“Mala caligrafía”). El público no deja de moverse y es que Hello Cuca saben hacer esas canciones que provocan en tus pies una independencia total respecto de tu cerebro. Llega el bis con “Rock del despertador”, rompepistas que había sonado antes hasta que una de las cuerdas de Lidia sucumbió. Esta vez, alargando el tema y enloqueciendo al personal, nos dejan a todos boquiabiertos. Más allá de las odiosas listas, de lo mejor que se hace por estas tierras sin duda alguna.
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