Como la vida misma
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Como la vida misma

8 / 10
Holden Fiasco — 27-12-2022
Fecha — 23 diciembre, 2022
Sala — Pub El Mendigo
Fotografía — Dena Flows

Fue un concierto, sin más. Ahora, también fue una alegoría: fue como la vida misma. Los extremos que se tocan, los destinos que se cruzan. Los Diablo Cuney decían adiós y los Head Holes están aún abriendo la puerta. Todo, alegoría y concierto, se dieron, por cierto, el viernes pasado, víspera de Nochebuena, en el Mendigo Aretoa de Barakaldo. Ahora, en aparente orden y con absoluta subjetividad, os lo cuento.

Y es que allí estuve, sí. De hecho, una vez terminado, estando fuera echando un cigarro, se abre la puerta del Mendigo de golpe y aparece el cantante de los Head Holes, buscando al bajista: que entre, que están poniendo a los Offspring, le grita. El bajista se levanta del suelo, donde había hecho un corro con su cuadrilla, y entra. En su disco, resuena eso, el punk americano de los 90. Pero los Head Holes también viajan a Escandinavia, más lejos hasta Seattle, se hacen punks, te recuerdan, a veces, a Dover y, si exageras, a los No Doubt, rockean, le dan al pop, al hard rock, al country-rock y hasta se acercan al metal. Vamos, una coctelera. Sin embargo, en directo, sonaron mucho más a banda de rock: más compactos, más alto, más fuerte, más rápido. Vamos a pasarnos al presente (de indicativo) para que suene más urgente.

Lo que demuestran desde el principio es que se han mirado el librillo, se saben los códigos y los ritos. Parece, además, que entienden de qué va eso que llaman actitud y que aparece en negrita en los manuales de rock and roll. Abren con el bombo palpitando, sale a la carrera el cantante, se aparta la melena rizada y grita a pulmón: “¡Aupa Barakaldo!” Ya pide palmas, apunta con el dedo a la peña, y acabará con la guitarra enhiesta. Además, arrancan con “Dance”, que te extirpa, de primeras, la reticencia y la parsimonia. No hay freno. El brío sigue con “Digital War” o “Lost Inside”. Incluso con material de su primera grabación, que, entre esas dos, también tocan “Psycho Killer”.

Hay efectos de pedal, hay una voz que retumba, coros con coraje, hay una buena base rítmica, hay vítores y apremian al público: “Vamos a bailar un poquito que os veo muy parados”. Eso es antes de lanzarse a por “Red Roses”, creo. Luego celebran el cumpleaños del bajista y él y el vocalista abrirán “Homesick” encarándose los instrumentos. La primera fila es gruesa y acérrima: alzan los brazos y los oscilan cuando ellos les piden que esa sea la coreografía. Palmas, de nuevo, con “Love and Tragedy”, donde el guitarrista solista se marca una progresión casi tropical.

Llega un momento álgido cuando encadenan “New Generation” con “The Truth about Robert Johnson”. Ni los acoples lo joden. Persisten, sin importarles, y arrebatan en un final donde se luce el bajista, quien corea con la vena del cuello bien hinchada. Y aún queda caña. Con elegancia, abre la guitarra “Don’t Go Away”; “Dead in LA”, empezándola de cara a la batería, parece ir de Metallica a Wolfmother pasando por los países nórdicos.

Después de “Promised”, se acerca el final, y les quedan recursos para mantener la agitación. “Paul”, que tiene un subtítulo más largo y entre paréntesis, suena festiva y sugerente, y eso que dicen que se olvidaron al mencionado alienígena en el local. La corean con complicidad en primera fila y más aún la siguiente, donde, el vocalista, que abandona la guitarra, acabará cantando agarrado al cuello de un fanático del Messi albiceleste. La canción, por cierto, es el “What’s New Scooby-Doo?” de Simple Plan. Ya con gorros de Santa Claus y todo, nos dejan propina. Se lucen en un bis que hasta se tararea por el fondo, porque se trata de un himno del rock bilbaíno. De colofón, y con el bajista a la voz, cierran bolo con el “Brindando” de Los Rotos.

Empiezan, por lo tanto, arriba, y terminan todavía más alto, en un alegato al rock and roll impetuoso y bullicioso, bien ejecutado y bien llevado al escenario. Hay raíz y hay matices. Tienen un puñado de buenas canciones, que suben fácil como aire caliente cuando las transmiten con ímpetu y estilo. Ya, si eso, otro día hablamos de lo de la edad, pero creo que, esta vez, se merecían que eso no fuera ni coletilla.

Ya están arriba los Diablo Cuney. Hay un hueco, como de seguridad, entre ellos y la línea de público. Luego, se ocupará, sin miedo a represalias. Tienen ganas. De hecho, se traen, que lo confiesan luego, un repertorio de 24 canciones, si mal no recuerdo, que sí recuerdo, a mi lado, como alguien hacía un chiste malo al oír ese número: “eh, y mañana 25, Navidad”. Es la despedida de los Diablo Cuney, quienes, si mis datos son correctos, empezaron en directo allá por 2008 con un bolo junto a Porco Bravo en el Alaska, otro bar a pocos metros de este, aunque ya solo quede el recuerdo. En esos años, no se han prodigado mucho y solo han dejado un trabajo de estudio, pero el hueco en la escena local lo tienen, donde siempre se les conocerá como los Mudhoney de Baraka, los representantes, en la ciudad, del sello Sub Pop.

La despedida no parece ser ambiciosa ni pomposa. No hay sorpresas ni fuegos artificiales ni grandes parlamentos. Cuando suben, hacen chanzas sobre la emoción y el riesgo lacrimal, pero nadie se pone sentimental. Se les ve dicharacheros, sueltos, disfrutando en el día que dicen adiós. Les da tiempo a platicar con todo dios, el bajista baila con las manos, y el guitarrista confesará en el bis que acaba de darse cuenta de que está desafinado, a lo que contesta su vocalista: “y nadie se ha dado cuenta”.

Con todo lo que cantaron, por ser ordenado, yo voy a hacer dos grupos. En el primero, destaco su propio material, al que despidieron, por supuesto, compartiéndolo en directo. Tocaron todas las que dejaron grabadas, “Out My Way”, “I’ve Been Twice” o “Heavy”, por ejemplo, y otras que les escuchamos en directo, como “Encorvado”, su primera canción en castellano, si no me confundo. Destacaron, en este grupo, “Elvis Loves You” y “Pattaki”, que fue la elegida para cerrar el concierto y con ello su biografía musical.

En el segundo grupo, incluyo las versiones, que siempre han identificado a esta banda, definida por su buen gusto musical. Entre las bandas adaptadas, temas de Chrome Cranks, The Scientists o Redd Kross, que ya eran clásicos en sus bolos. Creo que tocaron también el “Love Me Lies” de The Prisoners y, abandonando guitarra y cogiendo pandereta, el vocalista se esforzó con el “Make’Em Cry” de Beasts of Bourbon. También, para dejarlo claro, eligieron a los Mudhoney. En concreto, recuerdo, al menos, “Touch Me I’m Sick”, aquel tema que también grabaron los Sonic Youth. Porque esto lo escribo yo y no otro, en rojo destacaría el detalle de invitar a Mick Collins. Que aparezcan en tu fiesta de despedida los Dirtbombs y se cante el “Don’t Break My Heart”, a mí, me cameló.

Por supuesto, el bis tenía que tener pedigrí, que allí estaba el final de su aventura. Los dos grupos de canciones que me he inventado quedaron representados en el tiempo extra. Ya he avanzado que “Pattaki” fue la elegida para cerrar, mientras la gente alargaba el baile alocado que habían empezado al sonar el “20th Century Boy” de T.Rex. Como inmolación final, se despidieron de su oda al fuzz, añadiendo, en el medio, el “Strychnine” de los Sonics.

Yo creo que fue casualidad, pero, por lo que fuera, fue pasarse las cinchas por encima de la cabeza, posar las baquetas, quedarse mudos los micros, y el pincha del Mendigo puso a todo trapo a los Porco Bravo. Con ellos empezaron en 2008, y, para cerrar el círculo, los Diablo Cuney dijeron adiós y eso retumbó en la sala. Por eso decía que fue un concierto, pero también fue una alegoría: fue como la vida misma.

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