Bigott habla con Dios, así lo confesó durante su concierto en el Avalón Café. Tal vez por eso es un torbellino de efervescente creatividad, actitud y buen rollo, todo ello hecho canciones encima del escenario. Un caos movido por el deseo de disfrutar y hacer disfrutar que, sin embargo, alberga una profunda conciencia humana detrás de la sonrisa permanente. Imposible resistirse. El artista zaragozano se presentaba por segunda vez en Zamora, y traía bajo el brazo el recientemente publicado “Back To Nowhere” (Auto, 24).
El concierto empezaba con algunos de sus nuevos temas como “Vanilla Fish” o “C'mon”, que servían para ir calentando y dejar muy claro los sonidos indie-pop de ascendente norteamericano y épocas pasadas que iban a predominar a lo largo de la actuación. También hubo mucho hueco para algunos de sus temas pasados, de hecho la segunda parte del concierto se centró casi exclusivamente en éstos, con títulos como “Tripping Song”, “Dreaming” o incluso “Gipsy Loop” con la que retrocedimos muchos más años y que sacaba a la luz al Bigott más irreverente.
Tras callar muy correctamente a algunos al final de la sala (¿para qué pagar una entrada para eso? ...pena para todos), el músico se atrevió a bajar del escenario e incitar al jolgorio de los asistentes, que le correspondieron con agitados bailes y cabeceos justo antes de la traca final que incluía algunos de sus temas más escuchados como “On Fire” o “Don´t Stop The Dance”, dejando a todos con ganas de más y echando de menos algunos grandes éxitos. El concierto evidenció que Bigott es un artista independiente y extremo, que sabe manejar la energía de toda la sala a su antojo y es capaz de envolverte en un fascinante viaje de feliz liberación. Algo así como lo que vendría siendo hablar con Dios.
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