Me perdí a los texanos Nothing More, pero sí que pude disfrutar de Volbeat. Con el sol todavía calentando el Estadi, los daneses calentaron el ambiente durante poco más de media hora. Siempre es un placer verles, porque sobre las tablas son realmente buenos. Alguien me decía hace un par de años que, escuchado un tema, escuchados todos. Y aunque es cierto que tienen un estilo peculiar y propio, no creo que sea un defecto. Pasemos al concierto. La verdad es que no hubo tiempo para mucho. Sonaron “Lola Montez”, “The Devils’ Bleeding Crown”, “For Evigt” y se lanzaron con “Seal The Deal” y “Still Counting”, dedicadas al reciente fallecido Vinnie Paul. Un bonito detalle. Es cierto que, en otro contexto, hubiesen tenido mucho más éxito, pero es que todo el público –algunos más nerviosos que otros- estábamos en realidad esperando la salida a escena de Guns N’ Roses.
Como le ocurre a mucha gente, Guns N’ Roses tienen un hueco muy importante en mi vida, así que la objetividad en este caso no existirá, pero vamos a intentarlo. Si no contamos los interminables quince minutos de introducción (un video repetitivo en el que aparecía un tanque disparando. ¿Estamos viendo a Guns n’ Roses o AC/DC?), los californianos se marcaron tres horas y media de concierto, con lo que ya puedo decir que he asistido al concierto más largo de mi vida. Sonaron demoledores ya desde que salieron a escena con “It’s So Easy”. Supongo que más de uno estaba conteniendo, o no, las lágrimas en ese momento al ver a tres miembros originales de la banda reunidos después de un cuarto de siglo después de su última actuación en la Ciudad Condal. Aún así, la mayoría sabíamos a lo que íbamos. ¿Alguien esperaba a los Guns de los ochenta? Espero que no, porque aquello no va a volver a suceder jamás. Y, al parecer, ellos mismos son conscientes de ello. Se notó en, por ejemplo, la inclusión de Melissa Reese como ayuda vocal de Axl (todo un acierto el haber contado con ella para este Not In This Lifetime Tour). Los años pasan para todos y Axl también es humano, así que ahí estaba Melissa para dar un punto de apoyo en los momentos en Axl podía flaquear un poco.
Casi sin darnos cuenta ya estábamos saltando a ritmo de “Mr. Brownstone” y “Welcome To The Jungle”, así, sin previo aviso. El subidón fue importante. Sin embargo, es cierto que el setlist del concierto, e intuyo que de toda esta gira, fue bastante peculiar, así como su orden. Estamos acostumbrados a que los conciertos duren cerca de dos horas, siendo optimistas, que suene un temazo tras otro y que haya, como mucho, dos baladas para que todos, banda y público, respiremos. Con Guns N’ Roses no fue así, fueron más allá. El concierto tuvo altibajos y sonaron bastantes temas lentos (“Don’t Cry”, “November Rain”, “This I Love” o “Better”, estas dos últimas del polémico disco “Chinese Democracy”). Sin embargo, a diferencia de la opinión generalizada, no creo que sobrasen en absoluto. ¿Han de ser todas las canciones de un concierto movidas, animadas y cañeras? ¿Por qué no puede haber más de una o dos lentas en un espectáculo que rozó las cuatro horas?
Pero, si las baladas no sobraron, lo que sí lo hicieron fueron los interminables solos de Slash. ¿Hace cuántos años que toca este hombre? Muchos. ¿Hay alguien de este planeta que no sepa que lo hace muy bien? Todos conocemos cómo lo hace. Entonces, ¿por qué tiene que mostrarlo, de manera exageradamente prolongada, cada vez que se sube a un escenario? Las partes instrumentales, en las que Axl desaparecía para cambiarse de camiseta (se pasó todo el concierto corriendo de un lado a otro, vamos a darle una tregua también), fueron “rellenadas” por los demás músicos en escena. Lo único bueno fue que se atrevieron con la archiconocida banda sonora de “El Padrino”. Eso vamos a dárselo por bueno.
Otro factor un tanto criticado fue que tocasen versiones. No entiendo por qué no pueden tocar una “Attitude” maravillosamente interpretada por Duff McKagan a las voces, parte de “Wish You Were Here” como introducción a “November Rain” o la sorprendente “Slither”, de Velvet Revolver, perfectamente defendida por Axl Rose. Hubo tiempo para todo, incluso para la pirotécnica (un tanto mejorable, todo hay que decirlo) que hizo enloquecer todavía más al público. Cuando, tras el falso final, volvieron al escenario parecía que tocarían uno o dos temas más y se terminaría, pero, mira por dónde, parece que no tenían ganas de verse las caras en el camerino y decidieron seguir tocando un buen rato más, con “Patience”, en la que Axl demostró la impresionante calidad vocal de la que dispone en la actualidad (si la comparamos con cómo cantaba hace cinco años y no pretendemos volver a escuchar al Axl de hace treinta años, podemos decir que, a día de hoy, está en uno de sus mejores momentos como vocalista). Seguirían con “The Seeker” y, el broche final vendría con “Paradise City”, entre fuegos artificiales y Slash haciendo el pino. Mención especial para los temas “Estranged”, “Double Talkin’ Jive” o “Used To Love Her”, toda una sorpresa con una gran acogida del público.
Los actuales Guns N’ Roses se encuentran en un gran momento profesional (esperemos que no les dé por grabar disco) y pueden disfrutar de una increíble formación entre sus filas. Sin embargo, en el espectáculo que dieron el pasado domingo 1 de julio, pudo comprobarse que el suyo es un show perfectamente preparado y estudiado, cada uno con su papel. La química entre ellos es inexistente, de ahí que fueran muy pocos los momentos en que Axl se dignó a acercarse a Slash y Duff. A pesar de ello, el momento final de los tres agarrados saludando al público, por muy preparado que esté y lo poco natural que sea, es realmente emocionante. Gracias por una noche así.
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