Cuando la música era libre
ConciertosGuns N' Roses

Cuando la música era libre

9 / 10
Daniel Mesa — 06-06-2017
Empresa — Live Nation España S.A.U.
Fecha — 04 junio, 2017
Sala — Estadio Vicente Calderón
Fotografía — Andrés Abella

Tras años de rumores sobre una posible reunión de la banda, al fin se materializó lo que a priori parecía imposible. Axl Rose, Slash y Duff McKagan, núcleo duro de Guns N’ Roses, vuelven tocar juntos sobre un escenario después de 23 años. Un acontecimiento de estas características requería una puesta en escena por todo lo alto. Un estadio con un aforo de 50.000 personas, un público entregado y un espectáculo que incorporase toda la parafernalia necesaria en estos casos: pirotecnia, proyecciones mastodónticas y un líder que cambia de estilismo cada unas cuantas canciones.

La nostalgia y la exaltación por la resurrección de una de las últimas bandas de rock llena-estadios impregnaron de un halo entre épico y kitch un Vicente Calderón hasta los topes. Pero también la incertidumbre y cierto desasosiego por el atentado ocurrido días atrás en el concierto de Ariana Grande en Manchester, incluso cuando se sabía que la Policía reforzaría las medidas de seguridad de la zona. Ni el pánico ni el pesimismo pudieron no obstante boicotear la citas más importante del rock en nuestro país.

“It’s So Easy” fue, como viene siendo tradición, el tema elegido para abrir el concierto, justo después de que Mark Lanegan, algo desubicado ante una masa ansiosa de ver en el escenario a la legendaria banda de hard rock, intentara sin mucho éxito caldear el ambiente con una propuesta a la altura de sus últimos lanzamientos pero que no terminó de cuajar entre los fans de los angelinos. Durante las siguientes tres horas, el trío junto a las nuevas incorporaciones de la banda (ni rastro en esta gira de sus principales baterías Matt Sorum o Steve Adler, ni de su guitarrista rítmica y compositor de gran parte de sus hits, Izzy Stradlin) dieron un recital en el que no faltaron ninguno de sus éxitos más cañeros como “Welcome to the Jungle”, “Live and Let Die”, “Civil War” o “Sweet Child O’ Mine”, con una virtuosidad y solvencia dignas de sus mejores tiempos. Con un exhibicionista Slash al que todos cedían espacio a la hora de marcarse sus famosos y diestros solos de guitarra, y un Duff que, confinado en un segundo plano en la lucha de egos de sus dos compañeros, resultaba el más creíble de todos. Axl tampoco defraudó en sus interpretaciones, y demostró que en agudos y falsetes sigue siendo el niñato de pelo cardado y delgaducho que se ligaba a las tops de la época, a pesar de un rostro demasiado calculado en la sala de cirugía, y unos kilos de más que no le impedían correr de un lado al otro del escenario o contonearse frente al micrófono.

Fue hacia la mitad del concierto que llegó uno de los highlights de la noche, el momento en el que versionaron “Black Hole Sun” del recientemente fallecido Chris Cornell, líder de Soundgarden, que muchos de los presentes acompañaron con los flash y las linternas de sus smartphones. Pero esta no fue la única sorpresa. Probablemente, uno de los momentos álgidos y menos esperados de la velada fue cuando entonaron la cover de “Speak Softly Love” de Nino Rota, banda sonora de “El Padrino”, que enlazaron con un solo de Slash con la epicidad y la suficiente carga de grandilocuencia y testosterona que requieren este tipo de homenajes entre grandes nombres de mundos tan discordantes. Músicos de verdad, de pro.

Tampoco faltaron baladas como “Don’t Cry”, “Patience” o la melodramática “November Rain”, algo carente de fuerza aunque interpretada como antaño con Axl al piano, ni su magnífica revisión de “Knockin’ on Heaven’s Door” de Bob Dylan. Las manillas del reloj se acercaban a las 00:10 y se vaticinaba el fin del show. Fue en ese momento cuando sonaron los primero acordes de “Paradise City”, incluida en el “Appetite for Destruction” (Geffen Records, 1987). Para entonces, la mayoría de los presentes parecían haberse olvidado del atentado de Manchester, de la pesadilla del Bataclán o de los dispositivos de seguridad que rodeaban el Calderón. Por unas horas creímos volver al mismo sitio en julio del 93, cuando unos Guns N’ Roses todavía algo verdes visitaban por primera vez la capital, en tiempos en los que la música seguía siendo libre.

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