Reencuentro sin sorpresas
ConciertosGuadalupe Plata

Reencuentro sin sorpresas

7 / 10
Raúl Julián — 11-02-2019
Empresa — La Cueva del Jazz
Fecha — 02 febrero, 2019
Sala — La Cueva del Jazz en Vivo
Fotografía — Raúl Julián

Cada vez que publican nuevo disco, Guadalupe Plata cumplen sin excusas con la tradición de presentarlo en la zamorana sala La Cueva del Jazz. Un escenario que conocen a la perfección, y desde el que han ido generando cierta fidelidad con el público potencial de la ciudad. Por eso la visita al local volvió a lograr buena afluencia, en esta ocasión atendiendo al gancho que suponía escuchar en directo las canciones incluidas en el reciente "Guadalupe Plata" (Everlasting, 18) -cuarto elepé ya en la carrera del combo-.

Después de los encuentros previos, resulta obvio qué esperar ante el directo de los de Úbeda. Y, en efecto, su actuación dejó escasas novedades con respecto a presentaciones anteriores, más allá de los temas nuevos incluidos en su última referencia y que, por otro lado, tuvieron máximo protagonismo durante la noche. El repertorio cuenta ahora con la inclusión de piezas como “Barreño en Llamas”, “Duermo con Serpientes”, “Corral, Corral”, “Oigo Voces” o “Maricarmen”, a los que cabe añadir algunos clásicos del grupo como “Serpientes Negras”, “Rata” o “Calle 24”. Por lo demás, el trío fomentó su fama trazando el habitual concierto austero pero preciso, sin adornos ni apenas interacción con los asistentes pero de ejecución incuestionable. Una propuesta a la que (de nuevo) resulta inevitable referirse como blues pantanoso, pero que también cae con talento hacia otros motivos como garage, música tradicional y de raíces, The Velvet Underground, psicodelia o las bandas sonoras de los spaghetti-western. Una propuesta muy personal y fácilmente reconocible, que resulta remarcada en el escenario gracias a la complicidad latente entre Pedro de Dios Barceló, Carlos Jimena y Paco Luis Martos (formación titular completada, en ocasiones, con un cuarto miembro).

La música de los andaluces es tan particular que, por sí misma, tiene que luchar contra esa reiteración que se acumula con el paso de los minutos, y que puede propiciar que el entusiasmo inicial se redirija hacia un relativo hastío. Son, en realidad, las dos caras de una misma moneda, en una circunstancia con la que el grupo debe lidiar hasta aprender a manejar de forma óptima. La pasada noche Gudalupe Plata dejaron un (indudable) buen concierto de unos cien minutos, en una velada que seguramente hubiera resultado más efectiva y satisfactoria de haber sido algo más compacta. A veces lo bueno, si breve, dos veces bueno.

 

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