La verdad, contemplar a Grant Hart solo en el escenario es como degustar una ensalada sin aliño. Rabia: el formato no exprime unas composiciones que, ay, se encuentran entre lo mejor del rock alternativo americano de los últimos treinta años. Sonido crudo, arisco. Y un Hart autocomplaciente en su imperfección. Pone en evidencia sus limitaciones como guitarrista y cantante. Pero no le importa: conoce la solvente gravedad de lo que cuenta. Historias como “Barbara” o “Schoolbuses are for Children”, sostenibles desde su más raquítico esqueleto. Lo contrario que Dean Wareham, su paisano y antecesor en el ciclo Fonorama del Teatro CajaGranada. Si éste sacaba de quicio por su técnica inmaculada, Grant Hart enmaraña su discurso en un manto de distorsión que lo cubre todo, hasta sus palabras. Algo así como sus vecinos de Mineápolis, aquellos Magnolias que desfilaron hace años por aquí con un voltaje atronador, aunque fieles a una maestría melódica y un corazón pop. Rasgos en los que Hart destaca y se puede considerar un auténtico genio. Se echa en falta el soporte de una banda, sí. Y, con todo, el alma de Hüsker Dü se desata como fiera del pop ruidista de naturaleza melódica. Con su enemigo íntimo Bob Mould, conformó el triunvirato que cambió la manera de hacer y entender el rock en Estados Unidos. Y Grant Hart rezuma carácter de eterno perdedor. No es Michael Stipe. Ni Lee Ranaldo. Un asistente le pide, al final, ‘She’s a woman’. El ideólogo de “Zen Arcade” satisface el deseo. Antes, la grata intervención de Dani Llamas, líder de G.A.S. Drummers, ofreciendo su versión más íntima, desvestida y cantautoril en la presentación de “Minor epic”. Cancionero pespuntado con Rafa Camisón, Chuchi Cabral y todo el ejército de Paco Loco. Perfecto, como siempre, en dicción y ejecución acústica.
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