Cualquiera que haya visto alguna vez a Grande Amore en directo sabe que los conciertos del trío formado por Nuno Pico, mariagrep y Clara Redondo son una bomba de relojería, capaz de explotar una y otra vez a lo largo del espectáculo. Es la consecuencia directa, irremediable e indisimulada del contacto del vocalista con un escenario, entrando en una ebullición escénica capaz de acrecentarse cada vez más con el paso de las seleccionadas. Zamora no fue una excepción y, si bien es verdad que el combo gallego quizá tardo algo más de lo habitual en hacerse con el público, no es menos cierto que los numerosos asistentes al concierto terminaron por claudicar ante esa fogosidad concretada en la figura de Nuno Pico.
Grande Amore llegaban a Zamora para presentar en la sala La Cueva del Jazz en Vivo el reciente “III” (Ernie, 25), tercer álbum de estudio del proyecto y en el que los artistas inciden en el habitual electro-punk deudor de LCD Soundsystem y The Rapture, al tiempo de dar un espacio mayor a las guitarras, los pedales y el fuzz, apurando así su querencia hacia el rock grueso. Unas preferencias que también tuvieron continuidad sobre las tablas, apuntalando la ya consabida rave con la marca del músico afincado en Santiago de Compostela mientras guitarras y distorsiones cobraban un protagonismo inédito.
En un ambiente distendido y plagado de divertidas anécdotas e interactuaciones de tú a tú con los asistentes, el bolo fue mutando en alud mientras se sucedían piezas del tipo de “Ontes fun moi malo”, la versión de Los Suaves “Maldita sea mi suerte”, “Vou pa Arzúa”, “Vémonos no baño”, “Esta pena que a veces teño” (con Pico lazándose al crowd surfing), “Pelea” o “Perdón por ser tan sexy”, hasta quedar certificado con el habitual triunfo marca de la casa. Una victoria concretada en base a equilibradas dosis de buen rollo y agresividad, contundencia y ritmo, además de letras tan afiladas como costumbristas despachadas en un gallego que, en boca del autor, resuena ecuménico.
Vacaciones Permanentes
Los encargados de abrir la velada (y de calentar a conciencia el ambiente) fueron los salmantinos Vacaciones Permanentes, en una elección de lo más apropiada que, en formato trío y liderados por Iván Andrés, superaron cualquier expectativa y dejaron un excelente sabor de boca. La banda desgranó piezas incluidas en su debut homónimo del año pasado (seleccionado por la edición Noroeste de esta revista entre lo mejor de la temporada), tan funcionales como “Cuchillos”, “Vampiros”, “Enfermo de mí”, “Cegado por la luz”, “Domingo sangriento” o “Eterna”.
Influencias de Suicide, Parálisis Permanente o The Cramps en torno a rock sucio y pespunte electrónico, ataviando piezas que destilan tanta chulería como frescura. Los charros despertaron el deseo de que, más pronto que tarde, puedan protagonizar su propio concierto en la ciudad. Dos bandas, en definitiva, extremadamente tan bien avenidas como son Grande Amore y Vacaciones Permanentes, que pisaron el acelerador con la intención de levantar una agitación considerable y del todo propicia de cara a la celebración de ese tipo de nocturnidad inherente al fin de semana.
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