Raro es que una sala como Razzmatazz rompa ese protocolo en que público y escenario deban mantenerse rigurosamente separados, pero es que la ocasión, la visita de Gorilla Biscuits por primera vez a nuestro país, merecía la pena. Una tremenda oportunidad para poder ver en acción -y a nuestras anchas- a la banda straight edge de los ochenta, con la que finalmente dejarnos llevar por la fuerza de sus canciones. Así, con un constante goteo de gente lanzándose desde la tarima o anidando en sus laterales, los cinco de Brooklyn demostraron lo relativo que puede ser el concepto del tiempo, ya que esos quince años de distancia desde que dejaron de rodar por los escenarios, si bien pueden suponer muchos para el respetable, quedó claro que para ellos parece como si fuera ayer. Es de envidiar que tras tanto tiempo de inactividad se mantengan en esa perfecta forma y, encima, puedan lucir un repertorio cargado de clásicos como “New Direction”, “Stand Still”, “Degradation” o “Things We Say”. Casi una treintena de temas en torno a la hora de duración que derivaron en el lógico disfrute del público, ya de por sí entregado ante el acontecimiento, y que forjaron los sólidos argumentos para recordar ésa como una noche memorable, cerrada esplendorosamente con ese himno entre himnos, “Start Today”, y sólo parcialmente eclipsada por el bochornoso calor sufrido en la sala.
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