Light Conductor es el nombre del proyecto ambiental de Jace Lasek, de The Besnard Lakes, y Stephen Ramsay, cofundador de Young Galaxy. Con un álbum “Sequence One” editado este miso año en Constellation, el sello de los protagonistas de la noche, comienzan puntuales a desplegar su electrónica expansiva. Pertrechados en el centro del escenario, tras el conjunto de antiguos sintetizadores modulares analógicos que restauraron para explorar nuevos territorios creativos basados en su mutua admiración for las majaradas celestiales de Spiritualized, la silenciosa majestuosidad del Eno ambient y los paisajes experimentales de William Basinski, se hacen acompañar en directo por Olga Coreas, pareja de Lasek y la otra mitad de The Besnard Lakes. Tras media hora de inmersión en envolventes masas de drones e hipnóticos arpegios filtrados, se escucha el primer beat de una caja de ritmos y los tres avanzan al frente del escenario y se plantan delante de tres micros. Lasek y Coreas se cuelgan sendas guitarras y en coro atacan el último tema de su set, una rodaja de fuzz industrial shoegazer que hace levitar a toda la sala durante más de diez minutos.
Las primeras notas de “Hope Drone”, a cargo de Norsola Johnson al cello y Sophie Trudeau con el violín, empiezan a sonar mientras el resto de los miembros de Godspeed You! Black Emperor se disponen en semicírculo sobre el escenario. Los tres guitarras sentados (Efrim Menuck, Dave Bryant y Roger Tellier-Craig), las dos baterías (Aidan Girt y Tim Herzog) al fondo y en el centro el bajo (Mauro Pezzente) bajo la misma tenue luz roja que no cambiaría durante todo el concierto. Poco a poco se unen el resto de músicos con el único mensaje explícito que la pantalla exhibiría esta noche: HOPE. Porque a pesar de que GY!BE sean un grupo con una postura explícitamente política, ésta sólo se manifiesta en su riguroso ethos artístico y profesional. Autogestión total, ninguna concesión a la industria, fidelidad a sus orígenes en Montreal (el prestigioso roster de su sello así lo atestigua) pero con una red internacional de francotiradores culturales a los que siguen siendo fieles tras más de 20 años de actividad, y que han ido alimentando a través de infinidad de proyectos paralelos como The Silver Mt Zion Memorial Orchestra and Tra-La-La Band, Hrsta, Fly Pan Am, Esmerine, 1-Speed Bike, Set Fire To Flames…
Cuando ya están enfrascados en el segundo tema “Moya”, la pantalla en escena borra para siempre cualquier letra y es ocupada por las imágenes de ese otro miembro del colectivo que es el cineasta y proyeccionista experimental Karl Lemieux. El conjunto de proyectores analógicos que acompaña a la banda en todas sus giras desde hace años, emite grabaciones naturalistas y loops en película de 16 mm que complementan las progresiones estrictamente instrumentales de los canadienses.
“Anthem for no State” confirma que el técnico de sonido ya le ha cogido la medida a la sala y, desde los delicados detalles de la guitarra inicial hasta la explosión sódica final, todo el espectro de frecuencias intermedias son asimiladas y disfrutadas sin aristas por el respetuoso público congregado en la sala. Transportados a los paisajes helados de Québec, las progresiones post-rock, post-punk o post-lo que sea levantan el vuelo con livianos ritmos kraut o deslices jazzísticos, se anclan otra vez con distorsión y timbales machacones, transportan al space rock de los Pink Floyd de Sid Barrett con twang industrial y a veces remiten al horrorcore con grooves y desarrollos de orquesta de cámara Sabbathiana. Todo ello sin floritura alguna, sólo el objetivo común de ser uno con el ruido y disfrutar del momento de éxtasis comunal que se alcanza a través de él.
Tras hora y media en la que desgranan ocho temas de su discografía, GY!BE se retiran como llegaron, sin alarde alguno, con su misión cumplida y con el compromiso de seguir llenando el espacio sónico de salas de toda Europa durante las próximas tres semanas. Desde Portugal hasta Rusia con amor por el DIY.
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